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Mesianismo y mentiras, mala mezcla en un político

En su declaración ante la Comisión Chilcot, comité que investiga en Gran Bretaña las circunstancias en las que se tomaron las decisiones políticas sobre la guerra de Irak, el ex primer ministro Tony Blair se mostró ayer un tanto nervioso pero a la vez bastante arrogante. Fiel a su retórica mesiánica, defendió todas y cada una de sus decisiones en relación a la «guerra contra el terror» que él impulsó junto a George W. Bush, hasta el punto de que en más de una ocasión dijo que volvería a hacer lo mismo sin dudarlo.

Algunos medios y periodistas, también los más afines al político laborista, habían defendido antes de que Blair declarase que éste debía confesar la toda la verdad y asumir sus errores, sin recurrir al tipo de evasivas que ha utilizado en las diferentes entrevistas en las que ha hablado sobre el tema. El tono de la declaración no fue en ese sentido, ni mucho menos, y no le tembló el pulso para volver a mentir. Delante de familiares de 179 soldados británicos fallecidos en Irak se mostró orgulloso respecto al pasado e incluso no dudó en apuntar a Irán como un potencial enemigo de ahora en adelante.

Tal y como señalaban distintos comentaristas ingleses ayer, lo más grave de la cuestión no es sólo lo ocurrido, aquello que ya no tiene remedio, sino que en la actualidad Blair es el enviado especial del Cuarteto para Oriente Medio.

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