Si activas la conjetura, la vulgaridad imperante en los platós de televisión, las series, las intervenciones públicas, semi-públicas y pilladas de los políticos y los usos periodísticos de mayor éxito, debería considerarse un estilo triunfante. Para utilizar términos de sociología de mesa de billar, estaríamos asistiendo a una supuesta democratización de los lenguajes. Y bien mirado la vulgaridad no es otra cosa que una actitud, una medida estética de los hechos y su representación cantada, grabada, pintada o musicada. Probablemente, y en otro campo de análisis, la vulgaridad sea una sublimación de una actitud contraria al boato y los formalismos, un residuo de una soterrada lucha de clases que ha terminado siendo metabolizada como homenaje a las clases medias con tarjeta de crédito.

Instaurada la vulgaridad como propuesta populista y palanca comunicativa que mueve emociones y sentimientos en todas las esferas, el campo de experimentación más fructífero ha sido y es la televisión. Hay que admitir sin aspavientos que es el medio vulgar por excelencia, o al menos en eso se ha trasformado en un porcentaje elevado de sus propuestas. Especialmente cuando se convierte en la plataforma universal para el entretenimiento, el ocio y la información tamizada, es decir manipulada, la que nos lleva a la desinformación y nos convierte, a su vez, en seres vulgares, aquellos que repiten incansablemente las frases, conceptos, mentiras y obviedades reproducidas por las diferentes cadenas con insistencia sospechosa.

En el campo de la política es tan burda la vulgaridad predominante, que hasta se puede confiar en que por su saturación se creen los anticuerpos de la desconfianza, fruto del descrédito reiterado y se logre una desvulgarización a medio plazo. Es en los asuntos aparentemente más inocentes donde esta vulgaridad está haciendo su labor de erosión más penetrante. Por ir acortando: los miembros de GH-11 son la manifestación más palpable de la vulgaridad, su diagnóstico. «Generación Ni-Ni», la confirmación y en algunos tertulianos y políticos se detecta el tipo de virus. El tratamiento es largo porque parece enfermedad crónica.