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Barricada, veteranos que crecen como críos y músicos que maduran como adultos

Pocos serían los ejemplos posibles de músicos con la persistencia y capacidad de superación de Barricada, bien en Euskal Herria o en el Estado. Empezaron su historia aún en el tiempo de los billares, contando historias de barrio y con un sonido tan primitivo como un palo con una piedra atada a su final. Treinta años después de su desvergüenza, allá cuando El Drogas vestía con capa, el resto con mallas de flautero hamelino, Barricada mantienen casi intacta su formación original, su sonido y sus ambiciones, ya que presenta un disco y un directo de los que subliman y cuestionan los débiles esfuerzos de la mayoría de sus contemporáneos. El Drogas ha caminado durante varios años por los peores caminos del franquismo en busca de un poco de luz para los anónimos muertos republicanos, recordando, de paso, las mayores fechorías del fascismo liderado por el caudillo, el Paco de los güevos, y la sonrisa putrefacta de «La collares», su mujer. «La tierra está sorda» contiene un libreto, sobre la contienda del 36, de 200 páginas y un disco de 18 cortes imaginativos y muy currados. Está visto que, pese a los años, crecen con la fuerza y las ganas de unos chavalillos.

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