Markina-Xemein se encuentra en calma, casi adormecida. La noche está calada de humedad y casi sin caminantes. Dejando atrás una cafetería-pastelería, girando a la derecha, tras un puente de madera, se encuentra el Kulturgune Uhagon, antiguo cuartel de la benemérita hoy reconvertido en algo útil, lleno de vida y cultura. A la izquierda está la barra y frente a la puerta la coqueta sala de actos, que en esta ocasión cuenta con Joseba Irazoki (entrevista con él, el próximo viernes en gara) y Mursego, dos de los artistas más estimulantes de la actualidad.

En directo, Joseba Irazoki, quien presenta actualmente “Euria ari du”, publicado por Moonpalace Records y confeccionado de forma artesanal. Joseba y Félix (batería de Willis Drumond) llenan el escenario. Arizona Baby es un trío estatal que ha revolucionado la escena independiente con su carga de folk-rock actual. Joseba les supera en arte y composiciones, pero apenas consigue romper la imaginaria muga que rodea Bera. Nos vendemos mal. Sus cuarenta y cinco minutos son pura envoltura, bucles rítmicos con su guitarra más los detalles continuos de Félix en la percusión. Espléndidas composiciones, folk-rock como escribieron los mejores del género británico en los setenta, por mucho que Joseba domine la raíz estadounidense. Sus propuestas son bellas y, a la par, repletas de zarpazos tan progresivos como sicodélicos. Tímido, pero simpático y natural, Irazoki ha conquistado Uhagon con su técnica a la guitarra, su humanidad, sus piruetas alrededor del mástil, su habilidad digitando y las soberbias tramas sonoras propias de un músico de nivel internacional.

Maite Arroitajauregi (Mursego) ha viajado del conservatorio a la calle, en un reto que gana. Apoyada en su imaginación de niña y en la facilidad para moverse por diferentes instrumentos, Maite va creando cuentos de colores. Toca el violoncelo, canta por el micro de éste y lo cantado se graba en una caja mágica. Al poco, lo cantado se reproduce secuencialmente y ella canta sobre su propia voz, en ocasiones para armonizar a dúo, en otras para crear un caos armónico. Toca unas notas de violonchelo como si éste fuese un bajo, con el pie ha activado la cajita hechicera, así que al poco esas notas van sonando una y otra vez, siempre en forma de loops, sobre ellas toca con el arco, se graba la voz, ésta vuelve a reproducirse, Maite canta por encima y por debajo. Es la chica orquesta sin la ordinariez de serlo.

En realidad, Mursego porta un mini estudio que le permite crear en directo, tal y como si lo hiciera en casa con un programa al uso y un ordenador, sólo que en el escenario solo se ve a una artista admirable y única.