Una declaración y una cumbre anodinas
La Reunión Informal de ministros europeos de Competitividad va camino de terminar y, puestos a hacer balance, uno de los primeros términos que viene a la cabeza es anodina. Ineficaz, insustancial... cualquiera de los sinónimos calificaría a la perfección un encuentro que ha evidenciado lo lejos que están las instituciones europeas del pueblo cuyos intereses y valores dicen representar. En este caso no sirve la excusa de la distancia física, la reunión tenía tan poco sentido aquí como en cualquier otro sitio. No porque la competitividad no sea un tema relevante, más aún en la situación de crisis actual, sino porque no se ha abordado en otro sentido que no sea el propagandístico.
Lo que han llamado pomposamente «Declaración de San Sebastián» no se diferencia en nada del discurso de apertura de curso de un rector de cualquier universidad cuyo presupuesto dependa de las «donaciones» de varios holding empresariales. Una plegaria vacía en pos de un desarrollo científico subyugado a las industrias farmacéuticas, armamentistas, agroalimentarias... que además deja de lado el desarrollo ético que debería acompañar a todo avance humano.
Genera cierta curiosidad la imagen que se llevarán de Euskal Herria los ministros y burócratas europeos que han acudido a Donostia. Por cuestiones obvias de educación, ninguno de ellos habrá dicho lo que realmente piensa sobre sus anfitriones, en un momento en el que el Estado español aparece como un auténtico peligro estructural para el sistema europeo. Quienes tengan algún conocimiento sobre la realidad vasca y hayan aprovechado su estancia para contrastar algunos datos básicos -basta que sean sobre el tema en el que son especialistas, la economía-, habrán llegado a entender mejor los deseos de independencia de muchos vascos. Si no, que comparen y piensen en cómo han promovido ellos la competitividad aquí, porque, sin ir más lejos, las ayudas europeas al Estado español apenas rozaron tierras vascas. Ése sí que hubiera sido un debate interesante.