Un buen ejercicio de supervivencia es mirar los informativos televisivos desglosando la parte informativa de la opinión camuflada. En ocasiones es difícil encontrar la noticia tras la maraña de intoxicaciones. La barra libre decretada hace unos años para poder decir lo que a cada cual le parezca más oportuno para complacer a sus jefes sobre todo lo que tiene que ver con el independentismo vasco, la izquierda española menos pactista o cualquier resquicio de un nacionalismo no servil, se ha convertido en un nefasto libro de estilo que, por desgracia, se ha instaurado a casi todos los ámbitos informativos.

Hay una especie de competencia abierta para decir la opinión más radical, más rotundamente descalificante, más demagógica. Parece que estos modos desquiciados se han convertido en una de las maneras más rápidas de medrar. Puestos todos de acuerdo en utilizar sin decoro todas las malas artes informativas, aunque sea rompiendo con los esquemas mínimos de la deontología profesional básica, enloquecidos por parecer los más fieles seguidores de la infantería mediática a la caza indiscriminada del rojo, del independentista que, por su santos cojones, pertenece al entorno y por ello no tiene el derecho de ninguna presunción, han contaminado de tal manera todo el ejercicio informativo que parece haberse llegado a un deplorable deslizamiento imparable hacia el panfleto con consignas partidistas.

Ese estilo cuartelero se funde con las formas gritonas de los programas del corazón y convierten todo en un pozo ciego, lleno de despojos de toda índole. Es tan alta la contaminación que está socavando de manera irreparable todas la nociones más primarias de libertad, democracia, neutralidad informativa, que se presentan como una antigualla. Se ha desbordado tanto la histeria, el gregarismo que ahora mismo esos feos modos afectan ya a todo, el fútbol, la política, lo social, la cultura, y en cada emisora hay fanáticos, dispuestos a convertir cualquier dato en una flecha envenenada, cualquier idea en un venablo. No se salva casi ninguna cadena, y eso empieza a ser un grave problema de futuro. El ambiente se está poniendo demasiado denso.