En Montroc, una aldea situada a 1.350 m de altitud en el valle de Chamonix, lugar donde los inviernos son fríos y las nevadas copiosas, la temporada 1998-99 se inició con muy pocas precipitaciones blancas. Sin embargo, del 26 al 30 de enero de 1999 cayeron 150 cm. de nieve. Y a continuación, del 5 al 10 de febrero, tras un pequeño período de tiempo frío que impidió la estabilización del manto, otros 225 cm.

El resultado de tan terrible amontonamiento de copos fue que una placa de 1,5 m. de espesor se desprendió de la ladera de la montaña y originó una avalancha de nieve en polvo. 150.000 metros cúbicos de nieve, con una altura media de acumulación de 5 metros, colapsaron el pequeño asentamiento.

Doce personas murieron, veinte fueron rescatadas de sus propias casas, catorce chalets destruidos... Todo ello en una zona que no estaba considerada como peligrosa, lo que obligó a las autoridades a introducir cambios en los protocolos de gestión de riesgos en la zona.

Los aludes de nieve en polvo son típicos de las épocas más frías del invierno. Asociados a nieve seca y abundante y a temperaturas muy bajas, caen a gran velocidad movilizando aerosoles y causando efectos similares a los de un tornado. Todo ello debido a la suma de los daños que produce el aire que les precede, el propio alud y la baja presión del aire posterior.

El más habitual se inicia, como en Montroc, con el desprendimiento de una placa, es capaz de utilizar nuevas trayectorias que le lleven a cruzar bosques centenarios o casas que hayan sido construidas hace siglos, y su fuerza puede ser tal que comience a remontar la ladera contraria.