Nieves Lakontxa y José Ramón Pérez Perea | En nombre de Comunidades Cristianas Populares de Gasteiz
Respondiendo a preguntas sobre la tortura
La sociedad podrá reclamarnos -como cristianos de base- que pongamos más empeño en combatir la tortura; tiene razón y se lo agradecemos.
Hacemos votos para que el clamor en contra de la tortura se expanda entre los que nos decimos discípulos del torturado Jesús de Nazaret.
GARA publicaba el 9 de febrero un intenso artículo de Berna Gómez Edesa relativo a la práctica de la tortura («La Ertzaintza tortura; preguntas»). El autor interpelaba a la clase política, a los medios de comunicación, a la población en general, a los responsables de la Ertzaintza y a los propios policías, al Ararteko, a los intelectuales y artistas, a Amnistía Internacional, a ELA, a las jerarquías eclesiásticas, a los cristianos de base... sobre las medidas que están adoptando para erradicar esta miserable lacra. Dada la gravedad y reiteración de la tortura, bueno fuera que cada una de las instancias aludidas aclarase su postura ante la sociedad. Al menos nosotros, en calidad de cristianos de base, queremos responder a las preguntas que se nos formulan.
Se intuyen en las frases del autor un dolor y una rabia que nosotros compartimos. La crueldad de esta práctica es la que nos ha llevado a tenerla siempre presente y a combatirla en la medida de nuestra escasas posibilidades. Te decimos, Berna, que Comunidades Cristianas Populares (CCP) de Euskal Herria participan en convocatorias públicas contra la tortura y apoyan a quienes la han padecido. El Colectivo Herria 2000 Eliza, del que nos sentimos parte, ha abordado este tema en la publicación homónima en reiteradas ocasiones: nº136 de 1994 («Hemen tortura egiten da»); nº 219 de abril de 2009 (la tortura denunciada por juristas, forenses, víctimas, colectivos de lucha contra la tortura...); nº 220 («La voz de otras víctimas»)... También algunos miembros del colectivo han publicado artículos de opinión sobre el tema.
Hemos hecho llegar a los obispos de Hego Euskal Herria el clamor hiriente de los torturados, y nuestra exigencia de que se pronuncien condenando las prácticas de la tortura; que denuncien a sus autores, ejecutores y cómplices, así como al sistema político que las alienta, permite y oculta. Comunicaciones que han sido unas veces verbales (participando en grupos más heterogéneos) y otras mediante cartas certificadas adjuntando recortes de prensa sobre prácticas concretas de sevicias; pronunciamientos de organismos internacionales (relatores de Naciones Unidas, el Comité de Derechos Humanos de la ONU); recomendaciones dirigidas al Estado español para la prevención de la tortura y la incomunicación de detenidos; posicionamiento de colectivos tanto nacionales como estatales... Información y requerimientos que hemos remitido a los referidos obispos anualmente durante los tres últimos años. Ya estamos recopilando los datos -por desgracia abundantes- para confeccionar el dossier correspondiente a 2010.
Berna, queremos comentarte con dolor y sinceridad, que los obispos destinatarios de nuestros envíos nos han respondido unas veces mediante cartas tan educadas como vacías de compromiso efectivo; otras, mediante el silencio. A nuestro entender, nunca han respondido de forma contundente a lo que nosotros les proponíamos y la gravedad que el caso reclama. Obispos como Argaya, Setien, Añoveros, Larrauri... fueron más explícitos en sus condenas; Monseñor Uriarte, en ocasiones puntuales, ha hecho algunas referencias a la tortura policial, que «no se justifica ni para combatir el terrorismo». Pero nada que ver con las firmes condenas que ha realizado respeto a la violencia de ETA. No nos consta que el resto de obispos a los que nos hemos dirigido haya dicho ni media palabra al respecto. No tenemos constancia de que ninguno de ellos haya intentado, después de conocer nuestra información, ahondar en el tema y menos aún elaborar una carta pastoral conjunta. Su actitud nos avergüenza y nos duele.
La sociedad podrá reclamarnos -como cristianos de base- que pongamos más empeño en combatir la tortura; tiene razón y se lo agradecemos. El Evangelio en el que seguimos creyendo no da lugar a muchas ambigüedades; una práctica tan cruel y reiterada está exigiendo respuestas claras. Hacemos votos para que el clamor en contra de la tortura se expanda entre los que nos decimos discípulos del torturado Jesús de Nazaret. Es posible que quienes estamos inmersos en ese movimiento a favor de la dignidad humana y contra la tortura, nos encontremos con el autor del artículo y con otras muchas personas tan sensibilizadas como él.