M.C.D, recuperados 25 años después
«Siempre encontraremos una ocasión para intentar agujerear el sistema»
NICO VAZQUEZ
Bajo y coros de M.C.D. y Motorsex
M.C.D. se formó en 1980; un grupo, por tanto, pionero de la escena punk vasca. Treainta años después de sus primeros ensayos y a veinticinco de la publicación de la maqueta «Empezamos un 23-F», la cinta se convierte en un single, vinilo y cd, que agota su primera tirada de mil ejemplares en tres semanas.
Pablo CABEZA | BILBO
Influidos por los Sex Pistols y The Stooges, M.C.D. inició en 1980 una aventura repleta de vida, acción y fidelidad a sus principios, prolongados desde hace años por Motorsex, que cuenta con el inquebrantable modus operandi de Niko Vázquez, creador y alma de M.C.D. y ahora garganta profunda en Motorsex. Evidentemente hay más nombres en la historia de los bilbainos: Rokan, el irlandés Neal, Tonino... y hasta un primer guitarra del que nadie recuerda su nombre, pero que sujetaba su guitarra con una cuerda de las de tender la ropa. Relatar la historia de M.C.D., a quien algún que otro cura de pueblo llegó pedir la prohibición de un concierto, con manifestación incluida, por llamarse Me Cagüen Dios, sólo es posible en un libro. Ahora, simplemente cabe el reencuentro con su bajista Niko y el hecho de que acaban de poner en la calle, mediante DDT Banaketak, la segunda edición de «Empezamos un 23-F», un single de vinilo de doble carpeta que, además, incluye, un cedé con las seis canciones. Y todo al ajustado precio de seis euros.
Vimos por primera vez a M.C.D. en la sala Tope de Bilbo en 1980, en un debú tan caótico como fresco, irreverente y juvenil.
Sí, efectivamente, fue el primer concierto-concurso de la sala Tope, que Karmelo McLaren [mánager y hermano de Niko apodado McLaren en honor al mánager de los Pistols] nos consiguió. Allí estuvieron Bernar, batería [también hermano de Niko], Bronkoki, voz [y primo de Rokan, en ese momento secuestrado por las FF AA], más Ruffus Fuck-Off, guitarra. Yo andaba secuestrado en un destructor de la Marina, pero afortunadamente tuve un permiso justo para ensayar para ese concierto. Ahí tocaron además Vulpess y Médanos de Singapur. Sabemos que se grabó y que nunca se supo más del organizador y de las cintas [el organizador fue Alfonso Amezaga, trabajador de Radio Juventud de Bilbao, emisora que se encargó en exclusiva de la proyección del evento]. Estábamos muy influenciados por los Sex Pistols y los Stooges. Debió ser muy curioso el concierto por las caras de descojono y sorpresa que ponía el público, porque tanto Bronkoki como Ruffus Fuck-Off volaban literalmente por el planeta Don Simón, dándolo absolutamente todo. Hay fotos con miradas perdidas que lo atestiguan. De allí además salimos con un crucifijo boca abajo que encontramos en el backstage, colocado en la batería y que realmente nos confortó espiritualmente durante largos años. Hoy conservamos uno similar en el local de Motorsex.
¿Del sistema se puede salir, estar y no estar?
No sé si realmente hay una salida o si realmente el sistema nos alecciona desde pequeños a que realmente nos lo creamos, pero siempre encontraremos una oportunidad para intentar agujerear sus paredes, para que entre algo de aire fresco. Forma parte de la vida. Lo único que hay que intentar es no perder la dignidad. Comportémonos como un virus e infectemos el sistema.
¿Pero en qué condiciones se está en la lado alternativo y bajo qué condiciones se trabaja?
Muchas veces en condiciones lamentables. Pero el hambre agudiza el ingenio; es realmente el motor de la cultura popular. Me muero de risa cuando dicen que si no pagas a los autores la música se morirá. ¿Qué pensarán al respecto un cantaor, un viejo bluesman, trovador o bertsolari? La necesidad de expresión nos hace tomar decisiones o actitudes arriesgadas que estando apoltronado no haríamos jamás. No hay nada peor que la autocompasión. Tenemos que cuestionarnos constantemente todo. No importa la edad ni la condición. Generar, apoyar y mejorar nuestras propias infraestructuras dentro de las posibilidades de cada uno-a. No vamos a vivir de subvenciones oficiales, de una campaña pro-no-se-qué o de una sociedad de gestión lucrativa que, no olvidemos, también se alimenta de nuestro dinero. Mima tu grupo, desarrolla nuevas formas de ofrecer tu música, graba conciertos desde tu local de ensayo, establece relaciones con otras artes, cuida a los grupos, ofréceles unas condiciones dignas... Eso es evolución.
Que recordemos, es el único caso en el que se explicitan al detalle los gastos del disco.
El público realmente lo ha agradecido, porque, en estos tiempos, el que no corre, especula en Bolsa. DDT son serios con el asunto monetario y nos comentaron que se incluía dicho desglose para evitar suspicacias. Una manera muy instructiva de ver lo que cuestan las cosas, dónde va a parar el dinero del comprador. Imagínate si se aplicase la misma etiqueta-desglose a la SGAE.
Hay muchos cedés alternativos que cuestan, seis, ocho euros, pero también 10 y 12 euros... ¿Tiene justificación, hay que ser comprensible con la precariedad en la que se mueve toda la música local?
Lo de los altos precios es incomprensible. El desglose de DDT es, en sí mismo, una bofetada en nuestra cara consumista. De acuerdo que estamos siempre en precario, que hay que mimar a la música local y a los propios músicos. Las distribuidoras y técnicos también comen, vale, pero por favor, sin que haya autocompasión. El rock siempre ha funcionado como un negocio, esto lo han sabido en los Estados Unidos desde antes de que el pionero Chuck Berry cantase aquello de «Juanito, pórtate bien». Hasta llega a estudiarse en las universidades. El profesional del grupo [se dedica en exclusiva a la batería], Bernar, nos lo recuerda constantemente. Eso hay que asumirlo, pero también generar alternativas comerciales reales para amortizar local, amplis, cuerdas, gasofa..., que el grupo no sea una ruina económica. Pero aquí somos tan imbéciles que buscamos un pelotazo rápido que nunca llegará, para, al final, tirarnos piedras sobre nuestro propio tejado. El producto musical de masas ya sabemos que responde a un impulso especulativo dónde los consumidores y productores nos empeñamos en imitar o colaborar con ese modelo caduco. Tanto público como músicos, técnicos o profesionales -que no olvidemos también somos público, no una casta de iluminados- tenemos que realizar mucha más autocrítica. La música en directo, online, o incluso desde el propio local de ensayo tendría que ser un acto lúdico o cultural, pero anormalizado.
¿Cabía imaginar hace 25 ó 30 años que el punk sucumbiría, de alguna forma, al sistema?
Sí, claro, qué pensabas que te iba a decir... Ja ja ja. El punk, tal como lo vivimos-definimos hace 25 años, murió cuando se separaron los Sex Pistols. Es muy didáctico el libro de Jon Savage («England's dreammig») que ando leyendo, sobre cómo se generó, creó y destruyó todo esto del punk inglés. Fue un cóctel explosivo que necesitó unas condiciones muy determinadas. Aquí, a nuestra manera, también se dieron. Sin embargo, nos sacudió una onda expansiva que no sólo incrustó esquirlas en nuestras escasas neuronas, sino en el propio sistema. Y éste, lamentablemente, aprendió muy rápido a sacarle partido. Nosotros, al parecer, no espabilamos. Pero el otro día me sorprendieron unos chavales de Irola Irratia que andan editando su fanzine («Bilbao, Mierda, Rock'n'Roll») a base de corta y pega real, con pegamento, grapas, fotocopias y tijeras. ¡Fuera ordenador! Estamos inmersos en otra gran crisis farsa-especulativa. La casta política nos repite los mismos discursos que hace 25 ó 40 años. Y los aguantamos.
«Lo único que hay que intentar es no perder la dignidad. Comportémonos como un virus e infectemos el sistema»
«DDT son serios con lo monetario. Así que se incluye el desglose de gastos para evitar suspicacias. Una manera instructiva de ver lo que cuestan las cosas»
«La necesidad de expresión nos obliga a tomar decisiones o actitudes arriesgadas que estando apoltronado no haríamos jamás»
Los mil ejemplares se han vendido en unas semanas y ya estamos con la segunda edición, ¿compradores nostálgicos o nuevo público?
Supongo que es lo que dices, pues efectivamente se ha vendido muy rápido para los tiempos que corren y ya han recibido la segunda edición. Cuándo éramos curiosos imberbes también investigábamos e imitábamos bandas de generaciones anteriores, lógicamente de los setenta y principios de los ochenta. Lo que nos transmitía peña con más poder adquisitivo que el nuestro, algún programa de radio o revistas como «Star» o «Disco Express» nos hacían imaginar muchas cosas. Se aprende, imitando y observando. Los chavales de ahora también tienen morbo por conocer como desafinábamos, sin prejuicios, hace casi un siglo.
¿Recuerda aquel local de ensayo de dos metros por tres en el barrio de Irala?
Vaya que recuerdo aquel ínfimo cuchitril, dónde sólo se podía ensayar de costado y cuando el estanco de la pared contigua cerraba. El grupo de Rolan y Jose, Los Dreams, que tocaban hasta versiones de Uriah Heep, u otros grupos como Zanahoria Eléctrica, Crisis, Fase... fueron los culpables que nos hicieron pasar largas tardes escuchándoles ensayar, esperando una oportunidad para enredar en el local. Finalmente nos inyectaron el gusanillo de montar una banda punk. Por allí, pasaron Akilino, los primeros guitarras de M.C.D., los colegas de Corrupción, Virus... Pero también nos enseñó que para ensayar ¡hay que pagar!
Su vida musical es ahora Motorsex, donde recreas a Lemmy hasta en la forma de estirar el cuello e hinchar la vena.
Ja, ja, ja. La vena se me hincha siempre. Secuelas de no saber cantar. Y no tener un cantante negro o un Bob Seger autóctono, tipo por cierto que conocí gracias a ti. Lemmy es una referencia fundamental para cualquier fan del sonido rasposo, al que siempre he sido adicto. Lo vi por primera vez con Ruffus-Fuck Off en Anoeta (diciembre de 1981), una lluviosa noche, los dos en la moto, calados hasta los huesos. Nos obligaron a estar todo el concierto con la boca abierta para no reventarnos los tímpanos con el brutal sonido de Lemmy, Animal y Fast Freddie. Imagínate el trastorno mental, bendita sordera. Es importante acudir a esas fuentes y, a partir de ellas, intentar destrozarlo o amoldarlo a nuestras severas limitaciones. P.C.