Depardieu y Winterbottom cierran la lucha por los Osos
Un descomunal Gérard Depardieu, convertido en «Mammuth», y un inquietante Michael Winterbottom, escarbando en el cerebro de un policía psicópata, en «The Killer inside me», cerraron ayer la sección a concurso de la Berlinale, cuyos Osos siguen sin tener un favorito claro.
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La apuesta de Winterbottom en su cuarta película a competición en Berlín («Besos de mariposa», en 1995; «In this world», Oro en 2003; y «Camino a Guantánamo», Plata al Mejor Director en 2006) fue el cine negro, sobre una novela de Jim Thompson y con un atractivo desfile de actores, con un reparto encabezado por Casey Affleck, Kate Hudson y Jessica Alba. «Los libros de Jim Thompson van más allá de la mera violencia como entretenimiento. Se busca su origen, el desarrollo y el proceso de destrucción interna», explicó Winterbottom, quien acudió a Berlín sin ninguno de sus actores y se vio confrontado con la cuestión del uso -y para algunos, abuso- de la violencia contra la mujer.
Affleck es un sádico, un policía tejano que no disfruta porque sí matando -o casi- a puñetazos a sus novias, preferentemente, sino que tras él está el rastro «de una infancia destruida», dijo el cineasta. Hay un detonante, «la huella de la violencia y la sexualidad transtornada», la paterna, en su infancia, y la propia, en la actualidad, y a ello se remite su filme.
Por qué, después de títulos de alto calibre político como los que le dieron Osos en la Berlinale, centrarse en el cine negro, envuelto en la música y el ambiente prototípico del género, es algo que Winterbottom no llegó a revelar en su comparecencia ante la prensa.
«No reproduzco esquemas ajenos. La violencia existe, no es un tema exclusivo sólo para filmes de corte documental o relacionados con el mundo actual. Es parte de un entorno cotidiano, el doméstico o el que leemos en ese mundo paralelo que son nuestras lecturas, como las novelas de Thompson», dijo.
A Winterbottom se le esperaba en la Berlinale como último cartucho en un festival en que se han visto muchas buenas películas, pero no esa «gran» película o clara favorita a premios. Su «The Killer inside me» no parecía ser la destinataria de ese calificativo y la recepción fue dispar, a juzgar por los discretos aplausos, en alternancia con algún abucheo.
El carnicero jubilado
Depardieu animó la jornada con su «Mammuth», apodo que sirve en el film dirigido por Benoit Delépine tanto al personaje que interpreta como la moto a la que monta, tras pasar años dormida en el garaje, para empezar una curiosa road movie de carnicero jubilado en busca de su historial laboral.
Los primeros 15 o 20 minutos colocan al espectador ante un recital de gags desternillantes, con un Depardieu más orondo que cuando se caracterizó del galo Obélix y un look semejante al de Mickey Rourke de «The Wrestler».
Quien se confía en que irá a más en esa dirección se equivoca. El resto del filme adopta perfiles más y más melancólicos, poéticos o filosóficos, con un Depardieu más y más inmenso en lo interpretativo, tanto como su descomunalidad física.
Winterbottom y Depardieu se comieron a la danesa «En Familie» (ganadora del premio Fipresci), el tercer filme a competición de esa última jornada, dirigida por Pernille Fischer Christensen, y centrada, como su título indica, en la vida familiar, eje de la Berlinale, por designio de su director, Dieter Kosslick. Lo que arranca como película sobre una hermosa familia donde todos se quieren deriva, en la medida en que el padre recae en una enfermedad que se revela terminal, en un nudo de conflictos algo deshilachado.
Por último, las estrellas del musical «Nine» de Rob Marshall, dieron el enésimo y último desplante de Hollywood a una Berlinale desangelada y escasa de glamour. A falta de un claro favorito, la revista del festival «Screen» daba la máxima puntuación, hasta ayer, a la rusa «Kak ya provel etim letom» («How I Ended This Sommer»), de Alexei Popogrebsky, seguida de la turca «Bal», de Semil Kaplanoglu.