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Nicola lococo Filósofo

Escogiendo objetivos

La semana pasada la organización humanitaria que vela por nuestra libertad y democracia, por boca del general británico Nick Carter, comandante de las fuerzas de la OTAN en Afganistán, corrigió a las agencias de prensa que se habían precipitado en calificar la muerte de 12 civiles como un error de la artillería o una imprecisión en los cálculos; según palabras textuales de dicho General, «no fue un misil fallido. No hubo error técnico. El proyectil alcanzó su objetivo».

Es una pena que los objetivos alcanzados bien por error bien sin error sean siempre para horror de la población civil anónima, provengan de fuerzas humanitarias o terroristas. No sé cómo se las apañan, pero las organizaciones que luchan por nuestra libertad, pagados por nuestros impuestos o gracias a aportaciones particulares, acaban escogiendo objetivos de poca monta, cuando, en mi opinión, hay personalidades que merecen tal distinción y darían más prestigio a quien les acertara. Verbigracia, nuestro afable y simpático Javier Solana, cuyo perfil a candidato criminal de guerra y genocida deja pequeño a nuestro también querido y apreciado José María Aznar. Creo que apuntar a estos ilustres personajes que han forjado la historia reciente junto a Tony Blair y George W. Bush como óptimos objetivos es mucho más interesante que ir por ahí atacando a diestro y siniestro sin mayor mérito que la cantidad. Por supuesto, Rodríguez Zapatero y cualquier jefe de estado, o presidentes de organismos supraestatales como la ONU o el FMI, también cuentan a la hora de hacer méritos escogiendo objetivos; no digamos entonces alcanzándolos... A mi ingenuo parecer, visto lo visto con la Baader Mainhof, más allá de la acción libre de espontáneos no parece que podamos confiar en que mejoren las cosas al respecto. El caso más sangrante lo ilustra el asesinato de un solo hombre, el Archiduque Francisco de Austria, a manos de un solo hombre, Gavrilo Princip, que gracias a los ejércitos desembocó en la Primera Guerra Mundial. Ello me permite afirmar que Maquiavelo y la Iglesia Católica Preconciliar suscribirían este proceder mío antes que el practicado en la actualidad.

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