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Raimundo Fitero

Supremo

Hubo un tiempo televisivo no muy lejano en el que las escaleras de la Audiencia Nacional se habían convertido en un plató televisivo sobresaturado. Tanto que se convirtió en un subgénero que en algunos momentos tomó una relevancia política considerable. Algunas cadenas se quedaron en ese tiempo, pero lo transformaron en relatos de sucesos, cuestión que se mantiene ahora en creciente estadística. Pero en la semana que concluye ha sido el Tribunal Supremo el que ha servido de ilustración a varias noticias relevantes, y en tres de ellas el protagonista es el mismo, el excelentísimo (de momento) señor don Baltasar Garzón.

Que sea protagonista televisivo no es nada nuevo, por sus ansias de notoriedad y su categoría de estrella mediática con la excusa de impartir una suerte de simulacro de justicia justiciera y personalista. Lo curioso es que aparece por el Supremo para rendir cuentas como acusa- do. Lo que es algo bastante grave. Y lo es porque se han admitido a trámite tres denuncias, tres, sobre acciones que califican los denunciantes como prevaricación, que es algo bastante feo para un juez. Ante esta situación tan comprometida se han destapado todas las alertas y se van colocando las partes en sus trincheras para hacer de los casos Garzón una batalla política más. Una batalla de despiste, obviamente.

Quizás lo que llame la atención son las causas que le imputan, quienes han iniciado las denuncias y la posición de la Fiscalía en los tres casos, saliendo en defensa ciega del magistrado acusado. Lo que se escucha de boca de los políticos es vergonzante. Las alternativas que se plantean ahondan en la noción de cachondeo que define a la supuesta justicia española que deja a las claras que es arbitraria, de clase o castas, y partidista. O sectaria, como califica Trillo las actuaciones del súper héroe ahora en serias dificultades. Manda güevos quién acusa. La disyuntiva que se plantea es si debe dimitir o debe esperar a que avance el proceso. Como es tozudo, seguirá, por lo que hay que permanecer atentos porque probablemente provoque en Euskadi una ciclogénesis policial para llamar la atención. Entonces aplaudirán todos un ratito.

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