Mertxe Aizpurua Periodista
Entre la ciclogénesis y el apocalipsis
Si está leyendo está columna y es domingo, es que ha conseguido sobrevivir a la ciclogénesis explosiva. Confío en que yo también. Cada vez que las isobaras anuncian en el mapa variaciones de tiempo un poco salidas de tono, a los presentadores de telediarios les crece barba puntiaguda, como la de Nostradamus. A las presentadoras también. Que el planeta es lugar peligroso es cosa sabida, pero cada informativo que tragas es como si comieras alitas de pollo hormonado del McDonnalds: añades un grado más en la percepción del entorno atroz. Alrededor todo es riesgo, amenaza e inseguridad. Las alertas institucionales, rojas y naranjas, se disparan con una sospechosa cadencia; los informativos nos previenen de próximas nevadas como si nunca fuera a parar de nevar; una semana antes de la ciclogénesis ya estábamos quitando los tiestos de las ventanas y, si el clima no da para alarmismos, la necesaria dosis de miedo paralizante te la sirven con una sucesión concatenada de crímenes sangrientos, cuchilladas fratricidas y hachazos paternos que dejarían pálido al mismo Jack el Destripador. Hay quien dosifica el apocalipsis con píldoras normalizantes y convierte los teleberris en una especie de alucinación donde la tontería más intrascendente adquiere carácter de noticia. No exagero. Entre historias de osos panda, relojes cu-cú y pececillos de colores, recientemente una periodista del informativo -repito, informativo- de ETB preguntaba a los transeúntes de una capital vasca qué harían si se encontraran en la calle con un extraterrestre. Recomendarle que volviera a su casa, claro. Que aquí estamos en ciclogénesis permanente. Y, algunas veces, de verdad.