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Josu Imanol Unanue Astoreka Activista social

Economía y desinformación

Tanto a los dirigentes del actual Gobierno del Estado como a los gerentes de las sucursales en Hego Euskal Herria habría que exigirles como mínimo coherencia en la gestión, proyectos, ideas, actuaciones acordes con la situación de crisis

La información es un derecho de la ciudadanía e informar sin manipulación una obligación de los medios de comunicación.

Dicho esto, todos sabemos que la situación económica actual del Estado del Sr. Zapatero y compañía es grave, también la de Hego Euskal Herria. Repito, lo sabemos todos y más los que están en desempleo o sin recursos, que ya suman millones. Pero algo pasa para que mientras se cita la situación de Grecia, por ejemplo, se omita la propia, que es cuando menos igual de grave, si no peor. Los llamados «medios de información» actuales desde esas fuentes de desinformación que generan noticias ocultan otras, traman... Los citados como medios «libres», «independientes» y un sinfín de calificativos que les deberían ruborizar por falsos e interesados.

A mí me parece lamentable que un estado tape con la utilización de la información interesada y con las miserias ajenas las carencias y actuaciones nefastas suyas. Que vomite promesas pacifistas para otros y tenga un mensaje de guerra para sí. Que hable de soluciones ajenas y falle en las suyas. Que cite Cuba y Guantánamo y legalice el horror-terror de sus detenciones. Que... mienta como miente y no haya nadie que lo señale y todo lo decidan en función de los datos de previsión de votos, que es lo que importa. Y es que, al fin y al cabo, es el que permite que la información no sea veraz y ni útil para la ciudadanía en general.

Y es que útil sería la que nos permitiría ser conscientes de la realidad y crear recursos para mejorarla. Así, tanto a los dirigentes del actual Gobierno del Estado como a los gerentes de las sucursales en Hego Euskal Herria habría que exigirles como mínimo coherencia en la gestión, proyectos, ideas, actuaciones acordes con la situación de crisis, ideas para la «tan necesaria» pacificación.

Y es que la situación lo demanda, porque somos millones de personas con vidas propias que necesitamos saber qué será de nuestro futuro y que nos lo garanticen, porque somos igualmente millones quienes nos sentimos engañados por las desinformaciones manipuladas más que evidentes, porque seguramente pensamos, aunque sea por lo bajo, que esto que vivimos hoy en día como el sistema único y más justo ya no funciona.

Por ello, la disidencia del signo que sea es la única que puede aportar algo positivo, ideas nuevas o, como mínimo, un cambio. Y, claro, hablo de los que hasta ahora no han gobernado. El resto, lamentablemente con apoyo o en oposición, pero participando de la «copla», ya nos han llevado al caos y al desgobierno actual. Triste situación en la que los trabajadores desmovilizados intencionadamente llegan a preocuparse por los pobres banqueros o por los pobres políticos que están dispuestos a retrasarnos la jubilación, cuando no por los deportistas multimillonarios. Hasta se movilizan más por un partido de fútbol que por las últimas demandas laborales, convocados por esos dos sindicatos mayoritarios estatales. ¿Se puede ser más patético?

Mientras tanto, los medios, esa herramienta hiriente del libre pensar, nos hablan de continuas alertas climatológicas, amarillas, naranjas o rojas, de la vida ajena y el alcahueteo, creando una adicción propia de consumidores de droga al uso. Nos hablan de duques, condes, reyes y riquezas descomunales, de la violencia unida a la emigración, de la falta de seguridad y la necesidad del control de la vida privada de la población, de inseguridad mundial, de todo menos de lo que nos debería preocupar y que está ya en un segundo plano, como vivir con dignidad y solidaridad o tener criterios propios.

La injerencia en nuestros pensamientos e ideas se hace desde ese «gran hermano» en manos del poder, muchos de los medios de comunicación y los que los alimentan. Es el nuevo terrorismo legal.

Pero, mientras, habrá personas con dificultades mimetizadas con el paisaje e invisibles ante los adoctrinados cerebros de la ciudadanía mayoritaria domesticada, esa misma que vota de vez en cuando lo que previamente deciden como aceptable. Son las leyes de un juego que nos hemos marcado, dicen. ¿Es así? Yo no creo en ello.

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