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Raimundo Fitero

¿Cuánto?

Escribo el título y una cascada de imágenes me lleva a unos lugares que no buscaba. Sin entrar en asuntos de sexo de pago, ¿es recomendable pedir a trabajadores anónimos con un micro y una cámara apuntado que digan cuánto cobran? Sucedió en «Comando Actualidad» y juntaron preguntas realizadas en diferentes lugares, puntos, localizaciones y niveles de importancia. Sin entrar en profundidades, lo que se deduce de este intento es que cuanto menos se cobra más libertad existe para decirlo a voz en grito, como denuncia, como señuelo para que se inspiren los especialistas en ajustar precios y salarios.

El globo sonda de la CEOE de la semana fue de esos que nos dejan con la mirada perdida. Uno mira hacia dentro, intenta descifrar esos espasmos y solamente aparecen fotos descoloridas de Marx, Engels, Bakunin, Protopkin, banderas al viento, que resucitan convocados por las barbaridades regresivas en materia laboral. Un contrato de seis meses a un año, para jóvenes, sin cotizaciones, ni derechos laborales y cuyo salario no exceda el mínimo interprofesional. Siglo diecinueve, primera industrialización. Pero lo malo, no es que lo digan los patronos, en su versión más cafre, para ver si cuela, lo peor es que se hacen encuestas de esas de alcance por las calles y hay jóvenes que consideran que no está mal, que al menos se hace currículum. ¿Para qué? ¿Para acceder a un trabajo de mileurista con derechos restringidos? Vamos perdiendo perspectiva y lo de delante está atrás y viceversa.

Pero la pregunta de ¿cuánto cobras?, sacada del contexto del comercio sexual, debería ser contestada fehacientemente por todos aquellos que tienen alguna representación pública. El resto de los ciudadanos contestan, perdón por la insistencia, con la misma relatividad con la que se contentan las encuestas sobre su vida sexual. En ocasiones ampliando y otras reduciendo. Es decir, que parece que lo que cobra cada uno pertenece a su intimidad, y así es, pero cuando alguien calla casi siempre es por vergüenza. Por exceso o por defecto. Y se miente, como con la frecuencia de las relaciones. ¿Cuánto, cuántos? En las diferencias estaban las clases. ¿Como se llaman ahora?

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