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Tras la victoria del «puerta a puerta» en Usurbil

Basura cero, de sueño idealista a meta realista

El premio Goldman, el Nobel del medio ambiente, recayó en 2009 en Yuyun Ismawati por su trabajo en contra de la incineración de residuos y a favor de la aplicación de programas Basura Cero en Bali. ¿Les suena esta filosofía? En Usurbil sí. Y lo mismo en decenas de pueblo y ciudades en el mundo.

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Joseba VIVANCO

Yes, we can, parafraseaba a Obama el químico estadounidense Paul Connett en una visita a Catalunya. Él es un firme detractor de la incineración como sistema para gestionar los residuos, pelea en la que lleva implicado más de un cuarto de siglo. Y un enrocado defensor, al mismo tiempo, de la filosofía conocida como Basura Cero. «Desde el punto de vista de los ciu- dadanos, la basura se hace con las diez cosas que tenemos en los extremos de nuestras manos y si queremos una solución con la que nosotros y la tierra podamos convivir, son esas diez cosas las que tienen que ser elegidas en primer lugar. En resumen, la basura se hace mezclando y se previene manteniendo los desechos separados en origen», defendía en su recurrido manual ``Agenda ciudadana hacia la Basura Cero'' (1991).

El respaldo popular del vecindario de Usurbil a esta política de reciclaje, lo mismo que la apuesta hecha por otros municipios como Hernani u Oiartzun, no es sino otra reafirmación más de una alternativa que desde hace tiempo, y no sólo ahora en unos testarudos pueblos guipuzcoanos, dejó de ser un sueño idealista para convertirse en un objetivo realista.

La primera población en aplicar esta recogida de basura puerta a puerta no fue ningún pequeño pueblo o aldea. Fue la city australiana de Camberra, la cual en 1995 legisló y se planteó como meta llegar a 2010 sin «ningún desecho», aunque la fecha ha llegado y haya alcanzado «sólo» el 74% del reciclaje. Fue una decisión, la de Camberra, que coincidió casi en el tiempo con la de otra gran urbe, la ciudad de San Francisco, que en una década llegó a reducir sus residuos a la mitad.

El de la ciudad estadounidense es un ejemplo que han seguido otros. Sus números la avalan y es que logró pasar de un 10% de residuos reciclados en los años noventa al 70% actual. Tiene 800.000 habitantes, pero cada día 1,3 millones de personas se mueven en sus calles. «Una clave para la participación de los ciudadanos en los programas de Basura Cero es que las demandas sean claras y fáciles de cumplir», defendía hace unos años uno de sus coordinadores, Jack Macy.

Con él coincidía otro de los responsables durante cinco años de este programa, Parin Shah, al explicar que «una cosa que aprendimos en los programas de educación pública es que la gente no es muy astuta cuando es perezosa. Así que cuanto más fácil hagas el programa, va a ser más probable que participen». Ésa es una de las claves.

San Francisco inició en 2002 un programa para llegar a Basura Cero en 2020. La meta obedece a una ley del estado de California, de 1989, que penaliza con hasta 10.000 dólares diarios a los municipios que incumplan los objetivos. En los edificios tienen cestos pequeños en sus departamentos, para después despositar esa basura en la calle en uno de los tres cestos más grandes.

El programa está constituido con tres tipos diferentes de residuos. Cada uno, un cesto. Uno es la basura en general; otro, los reciclables, papel, plástico, vidrios, todo; y el otro son los orgánicos. Los camiones pasan una vez por semana.

La ciudad no paga nada. La empresa cobra a las viviendas por el cesto de basura. Si tienes un cesto muy grande, pagas más al mes; si tenes uno pequeño, que es la mitad del otro, pagas menos. Y también hay que pagar más si pides una recogida más frecuente.

Después, la empresa vende los productos y devuelve dinero a la ciudad para que lleve adelante programas de educación sobre reciclaje y compostaje. Resulta básica la importancia que se da a los programas de educación pública, sufragados con un buen presupuesto. Aun así, uno de los peros es que la generación de basura en este estado californiano no ha dejado de crecer.

Pero hoy, medio centenar de comunidades en EEUU han seguido el paso de la pionera californiana. Berkley, Nueva York, Seattle... todos aplicando el proyecto Basura Cero en menor o mayor medida. Su vecina Canadá es otra de las referencias a nivel mundial en esta forma de recogida. En las ciudades implicadas, a aquéllos que no cumplan con la ley de reciclar sus desperdicios o de tener una trituradora en el fregadero se les sanciona con una multa. Más de veinte lugares lo tienen asumido, entre ellos Ontario y Toronto, siendo Halifax, capital de Nueva Escocia, con casi un millón de habitantes, un espejo a seguir para sus convecinos canadienses.

De Yokohama a Monza

«Basura Cero es una necesidad en una sociedad tan consumista como la nuestra, y está probando generar muchos beneficios y reducir muchos riesgos una vez que se entra en el camino hacia esa dirección. En realidad, la falacia es creer que podemos consumir y destruir recursos infinitamente en un planeta finito», respondía a GARA, hace tres años, en una visita a Euskal Herria, la activista argentina Cecilia Allan, de la Alianza Global para Alternativas a la Incineración.

Así se lo han debido de tomar, por ejemplo, en Japón. El paraíso de reciclaje, dicen algunos. Veamos un ejemplo. ``No a los residuos, no se quieren'', podría ser el lema de Kamikatsu, un pequeño pueblo montañés en la prefectura de Tokushima. Aquí no hay camiones de residuos. La basura domiciliaria que los habitantes no convierten en compost la llevan hacia una instalación de recolección, separando los elementos reutilizables y reciclables. La meta del pueblo, como muchos otros que apuestan por esta filosofía a lo largo y ancho del planeta, es eliminar los residuos para el año 2020.

Este movimiento data del año 2001, cuando una incineradora de basura que había sido instalada en el pueblo en 1998 incurrió en incumplimientos de los estándares de control de dioxinas. El entonces alcalde Yoshio Yamada decidió cerrarla con el interés de prevenir que se produjera más contaminación ambiental. Ello condujo al proyecto de Basura Cero. En Kamikatsu, los residuos se clasifican en hasta 34 categorías, tales como latas aluminio, botellas, pañales, periódicos y volantes, pilas...

Hablamos de un municipio de un par de miles de habitantes. Pero ¿y Tokio? La capital nipona genera 12.500 toneladas de basura al día, menos que Nueva York, pero el doble de Londres. Allí, se selecciona la basura combustible y la no combustible. La primera se recoge dos o tres veces a la semana -así que mejor comer el pescado el día antes-; la otra, sólo una, y un día más para el papel. ¿Problemas? Sí, los cuervos que rebuscan en las bolsas, por lo que éstas se depositan en zonas protegidas con mallas.

En Yokohama, otra ciudad neurálgica, llevan un tiempo ya siendo muy celosos con la basura que generan. Lo hacen desde 2002, cuando se marcaron el objetivo de reducir los residuos no reciclables al 30% para 2010. Separan la basura en hasta once grupos. ¿Que cuesta seguirlo a rajatabla? Claro, sobre todo al principio, pero... todo sea por Yokohama. Como recuerda siempre el activista Paul Connett, «Basura Cero requiere de un cambio de mentalidad».

Desde luego, el objetivo de esta filosofía no es tan sencillo como depositar la bolsa de basura en un contenedor y olvidarse de todo. «Yo me encargo de todo», es el lema de las administraciones. Basura Cero supone una implicación institucional, pero sobre todo de la ciudadanía. La italiana de Monza es uno de los ejemplos a seguir en Europa. Implantó el sistema nada menos que en 1993 y ya en 2007 separaban la mitad de los desechos. Hacerlo en un pueblo de mil habitantes puede resultar menos complejo, pero Monza es un éxito, y allí viven 100.000 personas.

Catalunya es otro de los iconos internacionales en la materia. Tiana fue la primera localidad en implementar la recogida puerta a puerta en el año 2000. Y sigue con éxito. Lo mismo que muchas otras entidades catalanas, a pesar de la propaganda en contra de políticos como los del pueblo de Vilassar de Mar, que instaló la medida en 2006 y CiU la suprimió dos años después. Pero casi un centenar de municipios catalanes lo aplican.

Hay ejemplos en municipios de Valencia, Asturias... Más de 1.800 comunidades locales lo practican en Italia, les han copiado ciudades como Aarhus (Dinamarca), Niort (Estado francés) o Tralee (Irlanda). Pero también se han puesto a ello capitales europeas como Bruselas, Munich o Viena. O un referente habitual, el de Buenos Aires, donde desde 2005 rige una ley que prohíbe la incineración y persigue el objetivo de Basura Cero para 2020, aunque la implicación de las autoridades no parece todo lo deseable.

La clave, el compromiso

Los casos más próximos a nosotros, como Usurbil, Oiartzun o Hernani, no hacen sino seguir una apuesta que ya hacen otros en otros lugares. Uno de esos últimos en sumarse es un municipio italiano de apenas 45.000 habitantes, Capannori. Allí han diseñado un plan para sus residuos, pero también para modificar su estilo de vida.

En febrero de 2005 comenzaron con el plan piloto del puerta a puerta. Un año después, la recogida domiciliaria se había extendido a un área de 10.000 habitantes y 610 comercios y empresas. ¿Su sistema? Tres veces a la semana, recolección de residuos orgánico; dos, de residuos multimateriales; y una vez, recolección de papel y cartón y de residuos indiferenciados; recolección mensual para los aceites usados; recolección personalizada para pañales para niños y adultos mayores; y recolección con predotación para residuos de poda y jardín. Todo ello sumado con una política global de concienciación.

Comunidades, pueblos, ciudades... y un país. Nueva Zelanda tiene legislada esta filosofía de reciclaje y objetivos. Allí nació Zero Waste Alliance (http://zwia.org/zwc.html), que propone implementar prácticas para reducir los desechos.

«La clave para tanto éxito ha sido la aceptación y compromiso de la ciudadanía. Se ha apostado mucho en términos de recursos humanos, financieros y de tiempo», insistía el concejal de Medio Ambiente del ayuntamiento de Capannori, Eugenio Baronte. Las claves están, pero tampoco es fácil. «No quisiéramos dar la impresión que alcanzar la meta de Basura Cero, o incluso acercarse a ella, va a ser fácil», advierte Paul Connett. Pero eso sí, añade convencido, «por más trabajosa que pueda parecer la tarea, el enfoque de Basura Cero está llevando a nuestra sociedad en la dirección correcta».

 

lotería de la basura

Rockford (Illinois) aumentó cuatro veces la tasa de reciclaje gracias a la introducción de una «lotería de la basura». Cada semana, seleccionaban una vivienda al azar, examinaban la fracción de sus residuos, y si no había nada que reciclar, ganaba 1.000 dólares. Se acumulaba el «bote».

Lombricompuestos

Es el uso de lombrices para degradar el material orgánico. En los alrededores de Mumbai, en la India, caló la idea de Mary Appelhof, autora del libro ``Las lombrices comen mi basura''. Allí instalaron, con apoyo municipal, plantas de lombricompuesto en patios, parques de hospitales y mercados locales.

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