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Análisis | Tras la resolución «Zutik Euskal Herria»

Gobierno español y PSE modulan parte de su discurso sobre el futuro

 Muchas veces se ha dado por acabada a la izquierda abertzale, pero ilegalizada y con ETA activa sentó al Gobierno en una mesa de negociación. Sin embargo, esa estrategia no es válida para garantizar acuerdos.

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Iñaki IRIONDO

En esta semana algunos de los principales portavoces de la estrategia gubernamental contra la izquierda abertzale han comenzado a emitir algunos mensajes en una frecuencia distinta a declaraciones anteriores. Parece que intuyen cambios y quieren coger alguna ventaja.

Los estrategas del Gobierno español y los del PSE están en estos últimos tiempos tratando de acomodarse al nuevo escenario político que emerge en Euskal Herria. Ya empiezan a hablar de los pasos que podrían dar en caso de que ETA activara una iniciativa de calado, pero necesitan vender cualquier posible suspensión de la actividad armada como una victoria del Estado. Sin embargo, frente a esto y la realidad de más de seis meses sin atentados, la tesis oficial es que ETA sigue preparando acciones de enorme repercusión; hoy se habla de un secuestro y mañana de terribles explosiones en Cádiz, Mérida o Sevilla. Y ahí anda Alfredo Pérez Rubalcaba, tratando de salvar cada día la contradicción de anunciar al mismo tiempo la inminencia de un atentado y la también inminente extinción policial de la organización armada.

Demasiadas veces en estas últimas semanas ha dado la impresión de que muchos estuvieran deseando de que ETA vol- viera a actuar, aunque sólo fuera para someter a la izquierda abertzale a la prueba del algodón tras la aprobación de la resolución «Zutik Euskal Herria». ¿Que harían?, les preguntan. Y lo primero que hacen sus portavoces es responder que no prevén que eso vaya a ocurrir, pero que si ocurriera le darían una respuesta acorde a las decisiones adoptadas por las bases.

Lo expresó con nitidez Rufi Etxeberria en una entrevista reciente, al recordar que el debate había concluido y que de él había surgido «un mandato» de «actuar exclusivamente por vías políticas y democráticas» que iba dirigido «al conjunto de la izquierda abertzale». Y por lo tanto, y a la vista de los propios pronunciamientos de ETA en su último comunicado, Etxeberria afirmaba abiertamente que «lo único que cabe esperar es que ETA profundice su compromiso con el proceso democrático».

Aunque desde el Gobierno oficialmente no se acepta esta tesis, lo cierto es que ya se van produciendo declaraciones que anticipan posiciones. Anteayer, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, escogía una entrevista matutina en TVE de las que suelen tener eco en todas las agencias a lo largo del día para decir que será necesario «un ajuste político» «después de que la violencia acabe» y «serán los vascos y el resto de los españoles los que decidiremos qué hacemos».

A primeros de semana, en esta ocasión en ETB, el presidente del PSE y protagonista del último proceso negociador, Jesús Eguiguren, se dirigió a los familiares de los presos políticos y a todas las personas «vinculadas a ese mundo», para decirles que «si terminan, el Gobierno vasco, su lehendakari a la cabeza, las instituciones vascas, van a ser plenamente conscientes de que hay problemas humanos que resolver; de que hay problemas políticos que resolver también, para que todo el mundo participe en la política».

Aclaró que no es una cuestión de «generosidad, sino de sentido común, sentido patriótico». Y así quedó destacado en la página web del PSE de Gipuzkoa.

Ahora, con unos u otros matices, lo que desde el Gobierno español y desde el PSE se intenta es vender cualquier movimiento de la izquierda abertzale como consecuencia de una derrota. Cuando se analizan las resoluciones del último debate, se pretende hacer ver que las mismas son consecuencia del éxito de la Ley de Partidos y de la necesidad ineludible de la izquierda abertzale de estar en las próximas elecciones municipales y forales para no desaparecer.

En este sentido, es necesario echar la vista atrás y recordar que la ilegalización de la izquierda abertzale se aceleró para que no pudiera participar en las elecciones municipales y forales de 2003, en la convicción de aquello sería su fin. Se daba por hecho, como dijo el PP en el Congreso, que perdida «la financiación y su altavoz de propaganda», la izquierda abertzale acabaría extinguiéndose.

A nadie se le escapa que la ilegalización y el apartheid han hecho daño a la izquierda abertzale, pero también es claro que no han supuesto su final. De hecho, fue en ese periodo en el que comenzó a fraguar y consolidarse el último proceso negociador.

También en 2002, mientras se discutía la Ley de Partidos, el ministro del Interior, Angel Acebes, sostenía que «ETA está en uno de los momentos más débiles de su historia». De igual modo, hoy cualquier paso de ETA en favor del proceso democrático sería explicado por el Estado en función de su supuesta debilidad. No cabe duda de que la organización armada ha sufrido muchos golpes, como también es objetivamente cierto que las tres últimas veces que atentó (una en Burgos y varias en Mallorca en apenas unos días) puso en jaque el discurso oficial.

Y aunque muchas veces se ha hablado de su debilidad, lo cierto es que por tres veces ETA ha conseguido sentar en una mesa de negociación a gobiernos de España de distintos colores. Por lo tanto, en ese apartado cualquier análisis desapasionado pondría en cuarentena todo el discurso oficial del Estado y de algunos partidos sobre la utilidad de la lucha armada.

Pero al mismo tiempo, tras esos tres procesos, la izquierda abertzale parece haber llegado a la conclusión de que, si bien la estrategia armada puede llevar a un gobierno a una mesa de negociación tras un periodo de tregua, la amenaza de retomar las armas no sirve como garantía del logro y cumplimiento de los acuerdos.

Como ocurrió en Irlanda, la cuestión no es si se puede mantener la lucha armada durante más tiempo, algo que -en contra de lo que dice la tesis de la victoria policial- a la vista está que el relevo generacional permitiría con mayor o menor intensidad. La cuestión es que, aquí y en este momento histórico, cuando son más que nunca los sectores que cuestionan el marco actual, la izquierda abertzale ha tomado la decisión unilateral de apostar exclusivamente por la lucha institucio- nal, de masas e ideológica, la acumulación de fuerzas y la activación internacional.

Y viendo que esa apuesta empieza a dar algunos frutos, desde el Gobierno español y el PSE intentan adaptarse al nuevo terreno de juego. Siguen con el palo, pero dejan ver alguna zanahoria. Como dice Eguiguren, no es generosidad sino, simplemente, sentido común.

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