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Penúltimo acto de un drama con formato de ópera-bufa

Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista

Mientras las trompetas del Pentágono tocan a retirada y Occidente se solaza con el hecho de que ahora sólo mueren una treintena de iraquíes en cada atentado -en vez del centenar casi diario de hace unos años-, el país árabe ocupado culmina hoy en las urnas una campaña electoral marcada además por la caza de brujas contra antiguos baazistas y por las tensiones crecientes entre kurdos, árabes y otras minorías en los enclaves de Kirkuk y Mosul.

Siete años de ocupación han dibujado un panorama desolador en el que la misma celebración de comicios sonaría a chirigota si no se diera en un contexto dramático.

EEUU abrió la Caja de Pandora de Irak -un país construido en su día artificialmente por los británicos en su pugna con los franceses en torno a la Gran Siria- y quiere ahora cerrarla promoviendo listas mixtas -chiíes y suníes- lideradas, eso sí, por politicastros que llegaron al país tras los blindados.

La agenda de estos últimos pasa por domesticar al chiísmo político islamista -pujante entre las clases más desfavorecidas-, por frenar en seco a candidaturas que puedan beneficiarse de la nostalgia, que también existe, por los tiempos del derrocado régimen baazista, y por conjurar las tendencias centrífugas lideradas por la minoría kurda.

Demasiadas carambolas para unos estrategas, los estadounidenses, que han logrado justo lo que anunciaron que buscaban conjurar: la emergencia de Al Qaeda como agente político y militar en Irak. Ante semejante panorama, seguro que más de uno en el Pentágono estaría dispuesto a hacer resucitar a Saddam. Al tiempo.

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