Cuando premian a un actor veterano como Jeff Bridges no se sabe si es porque el jurado se siente en deuda con él, debido a su larga carrera nunca suficientemente recompensada, o porque realmente está bien en su última película. Pero es que este hombre no sabe actuar mal, así que, puestos a dárselo, sería de desear que se lo dieran por una película que realmente valga la pena. Ya fue nominado por un fiasco como “Starman”, que es lo peor que ha dirigido John Carpenter en su vida, y la historia se puede repetir ahora con “Corazón rebelde”, que no pasa de ser una realización del montón. Es un título que no merece figurar en la lista de premiados de los Óscar, conclusión que nos lleva a poner en duda la práctica habitual de premiar a los protagonistas de historias endebles que no aportan nada nuevo. De no ser por el recital de Jeff Bridges, en su doble faceta de actor y cantante, me habría dormido mucho antes de ver cumplidas las dos horas de proyección.

Hollywood nunca ha tratado bien a la música country y sus artistas, cuyas vidas suelen ser objeto de melodramas maniqueos y conservadores, salvo a Johnny Cash por el respeto que el hombre de negro impone desde la tumba. El Bad Blake que compone con tanto acierto Jeff Bridges toma rasgos prestados de los veteranos Kris Kristofferson, Willie Nelson, Kenny Rogers y Waylon Jennings. Es una pena que una caracterización tan auténtica y creíble se pierda en medio de una narración llena de tópicos encaminados hacia un desenlace tan convencional como moralista. La relación que este viejo y alcoholizado cantante establece con una joven periodista se alarga innecesariamente, aún a sabiendas de que no va a ninguna parte, puesto que ella no va a permitir que sea un mal ejemplo para su hijo pequeño. En consecuencia, al otrora ídolo de la música de vaqueros sólo le queda vencer su adicción en solitario si quiere volver a ser el de antes. Se supone que esa intachable mujer le ha devuelto la inspiración para escribir nuevas canciones.