El Estado de Israel se ha gastado 12.576 millones de euros en edificaciones, carreteras y equipamientos en las ilegales colonias sionistas. El TAV en Nafarroa costaría unos 3.150 millones, según un informe que la Asamblea contra el TAV publicó en 2007. Es cuatro veces más. Con estas cantidades en la mano queda en evidencia que ambas obras son estratégicas para los gobiernos que las han impulsado.

Con estas cifras se comprende mejor el empecinamiento del Ejecutivo de Benjamin Netanyahu para seguir adelante con sus planes de colonización frente a las peticiones de sus aliados estadounidenses, la Unión Europea, la ONU o de quien sea.

Han construido ya 127 sinagogas, 96 lugares para el baño ritual, 321 polideportivos, 344 guarderías, 211 escuelas, 68 yeshivas o escuelas talmúdicas, 21 bibliotecas, 32.711 apartamentos y 22.997 casas unifamiliares, 187 centros comerciales, 717 polígonos industriales y quince salas de banquetes. Es evidente que la colonización y judeización de Jerusalén Este y del resto de Cisjordania es algo planificado hasta el detalle por Israel y que está lejos de la imagen de unos pocos colonos con barba que viven en tiendas de campaña o módulos prefabricados. Se enmarca en un plan que tiene como objetivo poblar las tierras ocupadas por la fuerza y contra la legalidad internacional para forzar que un eventual acuerdo, de esos que llaman «de paz», le dé el visto bueno.

También es evidente que para continuar con esta carrera sin freno, Israel necesita cantidades ingentes de dinero, ya que también tiene que destinar fondos inmensos para mantener militarmente la ocupación. O «garantizar nuestra seguridad», empleando la terminología sionista. O la de Washington. O la de la Unión Europea.

Si los gobiernos occidentales quisieran realmente frenar los desmanes israelíes tienen una herramienta en sus manos: cerrarles el grifo de ayudas y acuerdos de asociación.

La ciudadanía también tiene una herramienta: el boicot a Israel, que el próximo martes celebra su día internacional.