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Sarkozy escruta sus apoyos internos para combatir al aspirante De Villepin

Las elecciones regionales se han saldado con el resultado previsto, lo que no ha impedido que la derrota haya colocado a los pies de los caballos a la Presidencia gala. Como jarabe contra la gripe rosa, Nicolas Sarkozy ha propuesto una remodelación interna, destinada a restar oportunidades a un De Villepin que acoge con una sonrisa los fichajes-placebo, sabedor de sus posibilidades.

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Maite UBIRIA

El presidente francés ha vivivido, posiblemente, la semana más difícil desde que despidiera sobre la alfombra roja a Jacques Chirac, en mayo de 2007, al poco de hacerse con las llaves del Elíseo. Y, sin embargo, el mandatario galo no se puede escudar en lo inesperado de la derrota electoral. Y, lo que es peor, tampoco puede acusar al político que aspira a apartarle de toda pretensión de repetir como candidato de la derecha en 2012 de actuar a hurtadillas.

Desde que los tribunales dieran al traste con el propósito de Sarkozy de enterrar la carrera política del ex primer ministro, acusado de conspiración, éste no ha ocultado su ambición de reunir apoyos en torno a una candidatura opuesta al actual presidente.

No ha habido factor sorpresa. Y prueba de ello es que ya en un sondeo publicado en febrero de este año, sólo un 38% de los encuestados se declaraban favorables a Nicolas Sarkozy, mientras que un 57% reconocían sentir preferencia por De Villepin, exponente claro del retorno con fuerza de las posiciones conservadoras clasicas.

No es casual que Henri Morin, desde el Nuevo Centro, lance una advertencia a Sarkozy en el sentido de que el candidato en 2012 tenga en cuenta el peso de esa sensibilidad en el seno de la mayoría presidencial.

El aviso parece lógico habida cuenta del color predominante en la remodelación gubernamental de mínimos con la que el presidente ha respondido a la derrota regional.

Los cambios abordados por Sarkozy han recibido una respuesta marcadamente crítica por parte de los medios de comunicación más influyentes del Hexágono.

Así, según escribía Robert Sole en «Le Monde», «remodelar significa reanimar, pero aquí nos encontramos ante un caso de autorreanimación. El servicio de urgencias del Elíseo se enfrenta a un estado de shock y a una herrorragia grave, que parecen aconsejar una cirugía más severa y no solamente unos pequeños ajustes entre amigos».

La única víctima clara de esa rememoración es el ministro de Trabajo, Xavier Darcos, a quien, incumpliendo una promesa anterior a los comicios, el presidente galo ha hecho pagar personalmente el derrumbe de la UMP. Enfrentado a una derrota segura frente a Alain Rousset por la Presidencia de Aquitania, Darcos ha pagado los platos rotos y, a la espera de algún puesto de consolación, encarna la figura del chivo expiatorio.

En general, la mudanza de carteras a la que ha procedido Sarkozy se conjuga más en clave de reequilibro de fuerzas dentro de la mayoría presidencial que en forma de respuesta a los grandes retos del país.

El presidente que a principios de mandato optaba por el fichaje de algunos exponentes de ala chic del PS, ha optado en esta ocasión por la apertura... hacia la derecha.

De este modo, ha confiado el Ministerio de Presupuesto a François Morin, en un guiño claro hacia el sector afin al chiraquismo.

Del mismo modo, ha tratado de cortar la hierba bajos los pies de su rival al nombrar a un villepenista, Georges Tron, al frente de la Secretaría de Estado para la Función Pública, y compensado al centrismo, preocupado por la «vuelta a las esencias» del conservadurismo galo, al promover a Marc-Philippe Draubresse al frente de la cartera de Juventud y Solidaridad.

Ese cambio de puertas adentro no parece estar a la altura de los problemas por los que atraviesa el Estado francés, con serias dificultades para recuperar la senda del creciparece estar a la altura de los problemas por los que atraviesa el Hexágono, con serias dificultades para recuperar la senda de crecimiento y buscar una salida social a la crisis económica.

El anuncio de la remodelación antecedía por sólo unas horas a una «exitosa jornada» de movilización a cuya preparación se han consagrado desde principios de año los sindicatos mayoritarios y que enlaza con la cadena de protestas vividas en el Estado francés el año pasado con motivo de la puesta en marcha de una primera batería de reformas a cargo del Gobierno conservador.

Retiro político y pensiones

Los sindicatos lograron sacar a las calles el pasado martes a mas de 700.000 ciudadanos en una jornada de movilización con la que han tratado de reforzar la presión sobre el Gobierno a fin de que module, cuanto menos, el calendario de las reformas. Cuatro han sido las principales reclamaciones que airearon los trabajadores a lo largo y ancho del Hexágono. De una parte, volvieron a marchar en defensa del empleo y los servicios sociales. De otra parte, mostraron su descontento con la pérdida de poder adquisitivo y expresaron su rechazo a la reforma del sistema de pensiones.

Al día siguiente de esa movilización general, Sarkozy comparecía solemnemente tras el Consejo de Ministros para reafirmarse en su intención de perseverar en las reformas, aunque sus palabras volvían a interpretarse, una vez más, como un intento de calmar las aguas internas, mientras la lectura externa incidía en la falta de energía del presidente francés para encarar algunas de sus promesas faro, lo que quedaría demostrado por la recuperación del discurso de la seguridad, al calor de la muerte en un tiroteo con presuntos miembros de ETA del policía Jean-Serge Nerin, enterrado el martes en París.

Por poner un ejemplo bastante más pegado a la realidad ciudadana. El presidente que fijo entre sus prioridades la mejora del poder adquisitivo de los franceses se enfrenta a la contradicción flagrante de que una sociedad participada por el Estado imponga su criterio en la comisión de regulación de la energía, lo que se traducirá en un aumento cercano al 10% en la tarifa del gas.

Sólo la impopularidad del presidente galo aumenta a semejante ritmo. El sondeo habitual realizado tras cada intervención presidencial arrojó un veredicto demoledor: el 58% de los consultados mostraba su deseo de que Sarkozy no concurra a la reelección. Preocupados por el futuro de su sistema de pensiones, los franceses parecen abogar por adelantar el retiro político de su presidente.

Un terreno abonado

Difícilmente se puede encontrar un terreno mas propicio para impulsar una alternativa de poder como la que ha presentado esta semana Dominique de Villepin. El ex primer ministro se ha vestido de abanderado del cambio en plena ola de antisarkozysmo y ha anunciado que el próximo 19 de junio dará a conocer un movimiento que, como todos los que le han precedido, se pretende «independiente, abierto y capaz de aunar voluntades por encima de las etiquetas partidarias».

En todo caso, los pasajes de la intervención de De Villepin que han encontrado mayor eco en los medios de comunicación han sido los dirigidos a cuestionar la política de reformas llevada a cabo por el Gobierno.

El ex primer ministro ha hecho un balance, como era de esperar, negativo de la gestión gubernamental y ha acusado a Sarkozy de consagrarse a una política de «reformas dispersas», para arremeter después, en términos claramente populistas, contra los recortes de plantillas en el sector público.

«Debemos ser responsables y preguntarnos hacia donde vamos y si realmente lo que quieren los franceses son menos enfermeras, menos profesores y menos policías», afirmó De Villepin, para censurar, entre otras actuaciones, el debate sobre la identidad nacional, en el origen de la recuperación electoral del Frente Nacional.

«Ese debate nos ha demostrado que se puede jugar con muchas cosas, pero no con la nación», aseveró el jueves De Villepin, para quien las medidas anunciadas por Sarkozy tras la derrota electoral «no responden al cambio político que se impone como una necesidad en estos momentos».

El político que aspira a suceder a Sarkozy evitó dar mayores detalles sobre el perfil y los apoyos de que dispondrá el movimiento cuyo bautismo anuncia para antes de verano. Sin embargo, su comparecencia en esta semana horrible para el sarkozysmo deja entrever que la de De Vilepin es una iniciativa de marcado corte personalista y ligada sin disimulo al debate interno que, si no oficialmente, sí con pronunciamientos críticos sonoros, se ha abierto en la derecha tras la derrota en las elecciones regionales.

La tasa carbono se esfuma y calienta más el ambiente

Nicolas Sarkozy busca recomponer sus fuerzas con el apoyo de los sectores conservadores, lo que no es visto con muy buenos ojos por algunos sectores de su propio Gobierno. En su declaración tras la hecatombe electoral, el presidente se limitaba al sí pero no; o a la inversa. No impondrá la reforma de las pensiones, pero quiere que se firme antes de seis meses. No renunciará a la tasa carbono, pero se consagra a una iniciativa europea antes de cumplir con ese objetivo, fijado en el llamado «granero medioambiental» impulsado con gran pompa publicitaria al inicio de su mandato.

La secretaria de Estado de Ecología, Chantal Jouanno, acusa el golpe evidente que supone para su mision ese aplazamiento sine die de un impuesto que el presidente no ha conjugado como esperaban los sectores del ecologismo que se han dejado cortejar por el líder del Eliseo.

La comisión de expertos presidida por el ex primer ministro socialista Michel Rocard, planteó una tasa de 32 euros por tonelada de C02 que los ciudadanos no han entendido, en tiempos de crisis. En todo caso, la secretaria de Estado Joanno que, pese al fracaso, no se plantea dimitir, tiene claro de dónde ha venido la carga de profundidad contra la ecotasa. Y ha apunta sin tapujos a la organización patronal Medef. M.U.

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