Análisis | Ocupación sionista de palestina
¿Se resquebraja el monolítico apoyo occidental a Israel?
Israel se ha pasado tres pueblos y ha recibido una reprimenda de sus aliados. Pero Gran Bretaña y EEUU siguen siendo sus principales valedores y, más allá de los desencuentros públicos y diplomáticos, le siguen dando apoyo financiero.
Martxelo DÍAZ
Las relaciones de Israel con EEUU y Gran Bretaña viven uno de sus peores momentos, pero Washington y Londres siguen siendo los principales defensores del Estado sionista, sus mayores suministradores de armas y sostenes financieros.
En las últimas semanas estamos asistiendo a acontecimientos insólitos. Como que Gran Bretaña expulse al responsable del Mossad en la Embajada israelí en Londres por su vinculación con el atentado mortal contra el dirigente Mahmud al-Mabhuh en Dubai en enero. La última vez que Londres expulsó a un diplomático israelí fue en 1988, en los tiempos de Margaret Thatcher.
Tampoco es habitual que las relaciones entre Israel y EEUU estén tan tirantes como desde que llegó a la Casa Blanca Barack Obama, a quien buena parte de la sociedad y la prensa israelí ve como proárabe y antisionista.
Es cierto que Israel últimamente se ha pasado de rosca y ha mordido la mano que le da de comer (o le otorga una financiación excepcional). Porque una cosa es que haga caso omiso a las demandas de detener la ampliación de las ilegales colonias sionistas realizadas desde Washington y otra que humille al vicepresidente de EEUU, Joe Biden, cuando está en Jerusalén, anunciando que se construirán 1.600 viviendas en Jerusalén Este. Y la rosca queda ya inservible cuando se anuncia que se construirán viviendas para colonos en el hotel Shepherd de Sheij Jarrah mientras Netanyahu está reunido en la Casa Blanca con Obama. Y encima, todo ello con el dinero de un multimillonario judío estadounidense. Es demasiado hasta para un Obama enfrascado en sacar adelante la reforma sanitaria frente a los republicanos.
Lo que enfadó a Gran Bretaña fue que el Mossad empleara pasaportes de ciudadanos británicos para duplicarlos y poder viajar a Dubai para matar a un dirigente de Hamas.
Junto a ello, hay que tener en cuenta que en las sociedades occidentales comienzan a arraigar iniciativas como el boicot a Israel y que el apoyo al Estado sionista provoca cada más críticas y rechazo entre la ciudadanía ante la evidencia, por ejemplo, de los crímenes de guerra cometidos en Gaza o la injusticia que supone el Muro del Apartheid en Cisjordania.
En otras palabras, Israel se ha pasado tres pueblos y ha recibido una reprimenda de sus aliados. Pero Gran Bretaña y EEUU siguen siendo los principales valedores de Israel y más allá de los desencuentros públicos y diplomáticos, le siguen dando apoyo financiero.
EEUU acaba de cerrar la venta de tres nuevos aviones Hercules C-130J de la empresa Lockheed Martin por valor de 157 millones de euros. No está mal para encontrarse en plena crisis diplomática.
Además, actualmente están negociando la compra de un avión F-35 por valor de 2.245 millones de euros. Se trata de un avión de combate «especialmente diseñado para las necesidades israelíes en materia de defensa», que básicamente son bombardear zonas superpobladas en las que se hacinan civiles como Gaza utilizando además sustancias prohibidas como el fósforo blanco.
Hay que tener en cuenta que pese al malestar diplomático, EEUU ha repetido hasta la saciedad que seguía siendo una prioridad garantizar la seguridad de Israel. Salta a la vista.
Gran Bretaña también ha mostrado su disposición a introducir reformas legales para evitar que ante la posibilidad de que un juez les procese por criminales de guerra por su actuación en Gaza, dirigente israelíes como Tzipi Livni tengan que suspender sus viajes a Londres.
Por tanto, los estados occidentales tienen al menos dos caras.
En cualquier caso, la demanda que EEUU realiza a Israel se antoja insuficiente para un avance en la resolución del conflicto en Palestina. Washington sólo ha exigido que se suspenda la ampliación de las colonias sionistas, ilegales ya que incumplen la normativas internacional. En ningún momento ha exigido que las evacúe o que las derribe.
Las colonias sionistas forman parte de la estrategia de Israel de robar más y más tierra a los palestinos. Mientras existan estas colonias, la solución de los dos estados, que tanto defiende EEUU como objetivo del proceso de negociación que debería comenzar si Israel «vuelve al redil», es inviable.
Mirar actualmente el mapa de Cisjordania es ver un queso gruyère, un territorio salpicado de colonias sionistas por doquier y en el que intentar establecer un Estado palestino es una utopía porque no puede ser viable económicamente e, incluso, la continuidad territorial es casi una quimera.
Israel es un maestro negociando, aunque siempre lo hace con las cartas marcadas del apoyo occidental, y todas estas crisis podrían ser sólo una estrategia para reforzar su posición. Si de aquí a unos meses, Israel adopta una postura aparentemente más «razonable» y decide suspender la ampliación de las colonias, podría volver a sentarse en la mesa de «negociaciones» con la Autoridad Palestina, que tendría entonces toda la presión occidental encima para aceptar un acuerdo basado en crear un Estado en lo que les queda de territorio en Cisjordania.
Es el eterno debate entre negociación y resistencia que divide a los palestinos. Optar entre una opción con buena prensa pero que no ofrece ninguna alternativa para acabar con la ocupación sionista de Palestina y entre aquella que defiende la resistencia.