La comunidad de Musikene pide la dimisión de su coordinadora
Una animada manifestación, en la que no podía faltar la música, pidió ayer públicamente en Donostia la dimisión de la coordinadora general de Musikene, Carmen Rodríguez Suso. Desde su «desembarco», con medidas drásticas como la destitución de la dirección de Musikene, el centro superior de música de Euskal Herria vive tiempos revueltos.A. EREÑAGA | DONOSTIA
A escasos metros de la sede central de Musikene, el palacio de Miramar, salía ayer por la tarde una manifestación poco habitual, animada con una mezcla de música de charanga y marcha fúnebre, y con una reivindicación clara: «Salvemos Musikene. No a la gestión de Carmen Rodríguez Suso». El alrededor de centenar de músicos interpretaban, por ejemplo, una «La cucaracha» con la coordinadora general como protagonista: «Sus condiciones no son buenas y no dice la verdad», decía el verso final. La iniciativa, que continúa recabando apoyos en la red (www.salvemosmusikene.blogspot.com), responde a la crisis abierta tras el nombramiento por la consejería de Eduación de Isabel Celaá de esta musicóloga, miembro del Patronato de Musikene desde sus inicios, pero cuyas formas y objetivos están levantando ampollas en la comunidad educativa. «Utilizando como pretexto los recortes económicos y la adaptación al plan de Bolonia, se está realizando una reforma encubierta del modelo de centro que resta valor a la interpretación musical y es más próximo al de una carrera teórica universitaria que al de un conservatorio», apuntaban ayer los alumnos de Musikene en un comunicado.
La cuestión es que la coordinadora comenzó cesando al director artístico, José Luis Estellés, y al director gerente, Fernando Vázquez, en una espiral de discutidas decisiones que siguió con la suspensión del Reglamento interno y la disolución del Consejo, su principal órgano de participación. La razón que aduce, que «la gestión del centro, tal y como se está llevando, es insostenible». Tanto en lo económico como en lo académico, según parece. Y, en mitad del curso, sin dirección, con una cascada de dimisiones y con el cambio de sede en el aire -este año tendrían que iniciarse las obras en Benta Berri-, aumenta la inquietud ante los recortes anunciados; entre ellos, el anuncio de que de las 34 especialidades no se admitirán nuevos alumnos en catorce el próximo curso. A petición de EA y PNV, el 21 de abril tanto Celaá como Rodríguez Suso comparecerán en el Parlamento.
Entre los manifestantes se encontraba ayer Gabriel Loidi, anterior coordinador de música de cámara y ensembles. «La razón por la que dimití es que vi claramente que Carmen Rodríguez Suso iba a hacer un montón de cosas que no estaba diciendo con claridad y yo no quiero dar la cara por lo que deciden otros. Intenté hablar con ella para ver en qué condiciones íbamos a trabajar y no me dio la posibilidad», explicó. Loidi se mostró crítico con esa falta de claridad, tanto hacia los profesores -trabajadores, en suma- como hacia los alumnos, y dolido también porque «no hay derecho a que no se cuente con los profesores y con los alumnos, que no se les escuche. Los músicos enseñamos a escuchar, y escuchar significa estar dispuesto a cambiar, no a oir, y no estamos consiguiendo dar esa lección a quienes más deberían saber de ello; al fin y al cabo estamos hablando de una musicóloga. Creo que para echar a tanta gente a la calle hay que tener mucha sensibilidad si no queda más remedio y, además, no me lo creo: esto (Musikene) es sostenible. Es cuestión de si hay voluntad para sostenerlo. Y si no lo sostenemos, todo el dinero invertido, que es mucho, se va a ir al carajo. Es tirar el dinero a la basura. Habrá recortes en todas partes, pero si hay voluntad de sostener, no hay por qué cambiar el horizonte», apuntó, refiriéndose al quid de la cuestión: el cambio de orientación que se le quiere dar a este centro y por el que ha conseguido su prestigio. «Sabemos ya que hay un 57 por ciento menos de plazas. Por tanto, no hay horas para los alumnos, primero; no hay para los profesores, después. Mire, yo me fui a Guildhall (Guildhall School of Music, en Londres, donde estudió) porque pensé que si me quedaba aquí no llegaría a ser músico. Y fue un acierto. Ahora ellos tendrán que volver a hacer lo mismo. Yo volví a Donostia y me arrepiento si esto no sale adelante, porque la razón por la que volví era para que en mi tierra eso que tuve que hacer yo ya no se tenga que volver a hacer. Y ahora veo que no es así y toda la energía que he puesto en este lugar está perdida».