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Dionisio Amundarain Escritor

Secretismo y ocultación en la Iglesia

 

A raíz de sacerdotes y religiosos pederastas, estamos leyendo mil y una acusaciones contra la jerarquía de la Iglesia católica.

Triste y lamentable la citada pederastia. Triste y lamentable también el secretismo y la ocultación de la misma de parte de muchos obispos, incluso de parte de la Curia Romana.

En honor a la verdad, mencionemos también la laudable reacción de muchos de los responsables de esa ocultación presentando su dimisión.

Sin querer extenderme sobre ese tema -lo están llevando a cabo muchos otros más informados que yo-, quisiera aplicar la postura de secretismo y ocultación a otros temas dentro de la Iglesia (=jerarquía) católica.

¿Es loable, es evangélico, que se oculte a los autores efectivos de la desaparición de la venta en las librería del libro de Pagola, «Jesús. Aproximación histórica»? ¿No es una villana y vergonzosa cobardía que no aparezca quiénes han obligado a los editores a retirarlo? ¿No es incompresible que no podamos conocer el por qué?

¿Es evangélico que se haya hecho caso omiso de las acusaciones hechas contra la conducta del obispo Munilla de Donostia de cuando ejerció de párroco en Zumarraga, antes de ser nombrado obispo de Palencia? ¿Dónde paró la carpeta de su ordenador, con el título de «Mafia», referente a su postura policíaca con respecto a los sacerdotes de Gipuzkoa? ¿Es justo y evangélico el que se obligara al silencio a quien, con sinceridad y con sentido de la justicia, levantó la liebre? ¿Es justo y evangélico el que quienes conocían de antemano y de verdad esa realidad la hubieran ocultado?

¿Es evangélico el secretismo que envuelve el nombramiento de los obispos, nombramiento, presentación, designación, imposición (como se quiera llamar) realizado por unos señores desconocedores absolutos de los diocesanos correspondientes, cuando no contrarios y enemigos de los mismos? En todo caso, ¿poseedores de unas poltronas, y empeñados a defenderlas a toda costa y como sea?

¿Es evangélico que se quiera imponer en la Iglesia una única tendencia teológica, cuando ya en los mismos evangelios vemos diversas líneas de pensar y obrar? ¿Es evangélico que se condene al silencio a unos teólogos por un tribunal formado por gente de la única y paupérrima tendencia de una jerarquía anquilosada, desconocedora de los avances en el conocimiento de la Biblia y de la Tradición? ¿No son al respecto dignas de tomar en consideración algunas reflexiones de un Schillebeeckx cuando habla de la flojedad de argumentación de algunos que lo quisieron juzgar (véase su libro «Soy un teólogo feliz»)?

¿Es evangélica la política que está llevando a cabo sigilosamente el Vaticano nombrando en el mundo entero obispos de una única tendencia?

Es impensable que tal conducta secretista la veamos llevada a los tribunales civiles, aunque en el caso de la «carpeta llamada Mafia» tendría yo mis dudas. Pretender llevarla a los tribunales eclesiásticos sería como pensar que Caifás hubiera reconocido su infamia.

Con todo, existe un tribunal mucho más imparcial que los dos citados. Son el tribunal de la sociedad moderna y el tribunal del pueblo cristiano moderno. Estos dos están dando ya a conocer el fallo día a día. La verdad, nada favorable a los Munilla, a los Rouco, a los Cañizares, a los Ratzinger, a los señores de la Congregación de la Doctrina de la fe de Roma...

Existirá también el tribunal del futuro, de la historia. El cual condenará, sí, el secretismo y el ocultismo practicados por la jerarquía católica con respecto a los sacerdotes y religiosos pederastas. Pero también, opino firmemente, condenará el secretismo en otros órdenes de la vida humana y cristiana. Por que, me gusta repetir, la vida no se limita a la vida sexual. La vida es todo un conjunto. Es la realidad total.

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