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Antonio ALVAREZ-SOLÍS Periodista

La formación laboral

Hay un aspecto de la formación laboral que creo necesita una reflexión correctora. Se trata de la formación en ámbitos alejados físicamente de la empresa. No creo, ni mucho menos, que ese modo de formación produzca los trabajadores apropiados para la buena marcha de una empresa y de una vida. Yo conocí aún la época de los aprendices en el seno de la empresa y daba unos resultados muy eficaces tanto material como psicológicamente. Entre otras cosas el aprendiz sabía que llegaría el momento de convertirse en un trabajador apreciado en el ámbito laboral en que realizaba su aprendizaje. Las grandes empresas tenían escuela de aprendices donde se impartía una formación completa, teórica y práctica. Claro que esta forma de aprendizaje suponía una fe de las empresas en si mismas y en su capacidad de robustecimiento. Esa fe no se tiene ahora o se desprecia, ya que el empresario suele tener el único objeto de los beneficios a corto plazo y ha renunciado a la moral del producto. El personal bien formado en la casa era como un distintivo de calidad.

Sufro la sensación de que los planes de formación actuales tienen por objeto más bien facilitar beneficios a las empresas u organizaciones que realizan la instrucción laboral, como por ejemplo los sindicatos, que abrir un futuro sólido a los individuos que dicen formar. Hasta los universitarios sabemos que los estudios en las facultades resultaban doblemente provechosos si empezábamos al mismo tiempo a ejercer de aprendices en alguna empresa o despacho de la rama de nuestros estudios.

La crisis laboral no es una crisis que se resuelva con la formación de los trabajadores sino con la formación moral de los empresarios. Hablo desde la perspectiva capitalista, porque hay otro modo más eficaz de garantizar el empleo.

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