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Raimundo Fitero

Sueños inmobiliarios

Lo confieso: me he vuelto un adicto a los anuncios de viviendas unifamiliares, adosados, pisos singulares, almenas, castillos y bajos reconvertidos. En el alicaído Cuatro, con ese pionero de la etología fronteriza, el señor César Millán, el simpático mexicano que encanta a los dueños de los perros de las clases medias altas estadounidenses y de paso nos enseñan en cada entrega un catálogo amplio de las típicas viviendas unifamiliares californianas, sus salones, sus escaleras centrales, sus piscinas, sus urbanizaciones y, en ocasiones, hasta sus lugares comunes, que no son otros que glorietas en medio de carreteras ribeteadas.

Vimos una entrega de «Comando actualidad» en TVE en el que se nos enseñaban familias de diferente modelo: las que solamente se dedican a procrear y tienen nueve hijos, los que controlan esos impulsos y los que deciden que su familia son ellos, la pareja, tres perras y un gato. Y se cambian de domicilio para vivir en un chalet que les proporcione mejor vida a «sus hijos». No es lo mismo una pareja con tres niñas de origen chino adoptadas, que los diez bendecidos y amplificados. Pero en todos los casos se nos enseñan sus casas, y nos ayudan a ir definiendo nuestro gusto dependiendo de nuestras expectativas de descendencia. También soluciones para los menús baratos.

Pero el programa que más incide en estas cuestiones es uno de La Sexta que se llama «¿Quién vive ahí?», que en ciertos momentos se convierte en divertido al ver las diferentes opciones estéticas, espaciales que tiene el personal para hacerse construir su casa, ese lugar que parece ser un destino definitivo. En la última entrega vimos casos muy especiales, desde una casa en Igeldo de ésas que quitan el hipo y que es propiedad de dos médicos, a un castillo cacereño que pertenece a un descendiente de Montezuma desde hace setecientos años, o la de un matrimonio de posibles granadino que tiene una casa urbana de quinientos metros cuadrados y un salón de ciento veinte. Cosas asequibles. Sueños inmobiliarios. En algunos casos, cierto es, hechas y decoradas con mucho gusto, y en otras descubriendo la horterada que a veces se esconde tras el dinero.

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