El camino emprendido por Barack Obama priorizando el diálogo en sus relaciones con otras potencias mundiales en materia de desarme es, sin duda, acertado y, por tanto positivo. El presidente estadounidense ha conseguido marcar distancias, al menos en cuanto al estilo, con su predecesor en la presidencia, tanto en la cumbre sobre seguridad nuclear que ayer concluyó como con el acuerdo de reducción de armamento nuclear firmado con Rusia. No obstante, junto al aspecto indudablemente positivo que supone avanzar en instauración de una normativa internacional referente a algo tan peligroso como las armas nucleares, resulta difícil obviar la obsesión de Obama por sancionar a Irán -sin que esté probado su posibilidad de desarrollar armamento nuclear- mientras ignora deliberadamente el hecho de que Israel está en posesión de ese armamento y no se somete al Tratado de No Proliferación Nuclear. Es decir, el mayor peligro que representa Irán es no ser aliado de Occidente. Según la Casa Blanca, ayer el Gobierno chino se mostró dispuesto a colaborar en esas sanciones. Sin embargo, Ma Zhaoxu, portavoz del Gobierno chino, afirmó que conviene continuar las negociaciones para resolver la crisis iraní. Al parecer, el compromiso ruso requirió aparcar el proyecto de escudo antimisiles, y el precio del compromiso chino seguramente será más elevado.