Helen Groome Geógrafa
Suspiro colectivo
Poco después de la una del mediodía del lunes 12 de abril se udo oir un suspiro colectivo en Euskal Herria. Por fin se sentenciaba claramente que usar, promocionar, hablar o escribir en euskara no es delito. Parece que, de momento al menos, no habrá que incorporar una etiqueta para libros, discos, periódicos, películas o demás elementos publicados en euskara que indica que éste «puede ser perjudicial para la salud».
No tenemos que preocuparnos, mejor dicho, podemos preocuparnos ligeramente menos, por el hecho de que nuestros hijos e hijas vean el euskara como su lengua materna y que ni se les pase por la cabeza que hablar, escribir o leer en dicha lengua les convierta en miembro de organización o grupo alguno. ¡Ya era hora! Un susurro de aire fresco en un ambiente judicial asfixiante.
Varias horas más tarde se oía un grito colectivo en Euskal Herria ya que, con la sentencia sobre el caso «Egunkaria» en la mano, se podía leer y ver con rotunda claridad hacia qué conduce la mezquindad, la incultura y el racismo cultural con que ciertas personas se dirigen una y otra vez a las cosas vascas y se confirmaba lo que durante siete largos años una persona y otra y otra decían acerca de lo inapropiado, indocumentado e injusto de las acusaciones del caso «Egunkaria».
No es apropiado, sino más bien indecente, decir meramente que con esta sentencia «se demuestra que funciona la justicia» si la propia sentencia denuncia un mal uso de la justicia que ha crecido en obviedad con el paso de los largos años. Una ópera bufa en toda regla. Y ¿para lograr exactamente qué objetivo?
Un día más tarde, el martes 13, empezamos a reaccionar. La sentencia también deja ver que se puede apoyar el ecologismo o luchar contra la tortura aquí sin que eso te presuponga pertenencia o militancia alguna en tal o cual organización. ¿Podemos interpretar que la persona que subraya eso en su sentencia entiende que con anterioridad sí se han usado presupuestos de este tipo o bien que se ve la intención de usarlos? ¿Podemos entender que esto supondrá un replanteamiento de ciertas actuaciones judiciales? Por extensión lógica ¿habrá que pensar que recuperamos el derecho democrático de actuar en estos y otros campos independientemente de la existencia de otros grupos con los mismos fines pero distintos métodos, algo que, a todas luces, se quiso que fuera algo excepcional aquí?
Y el martes 13 me di cuenta también de que, si hace falta, yo, como otras muchas personas, volveré a poner dinero para «Egunkaria». Pusimos dinero para crear y mantener «Egunkaria» y lo pusimos con deliberación y con entusiasmo. Ahora, con todo nuestro cariño dejaremos que usen nuestros impuestos para resarcir el mal generado por personas incultas que, por formular acusaciones gratuitas contra «Egunkaria», lo destruyeron como periódico. Si el Estado indemnice, usará nuestros impuestos. ¿No sería más justo que las personas causantes del agravio pagasen, fuesen o no políticos?