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Martin Garitano Periodista

¿Un gran estratega?

Al actual ministro del Interior español se le atribuye -con demasiada generosidad, a mi entender- una astucia y dominio de la política similar a la de los grandes estrategas. El aire siniestro en el andar, el movimiento de manos calculado (que Ares imita con sorprendente exactitud, fíjense), la voz tenebrosa y la mirada vidriosa le otorgan, es cierto, la imagen de quien conoce muy bien qué baldosa pisar a cada zancada. Y, sin embargo, me da la impresión de que no es para tanto.

Mutilar el cuerpo electoral para ganar así las elecciones y profundizar en la desnacionalización de Euskal Herria también desde las instituciones de la CAV; encarcelar a los políticos que le apabullaron con argumentos sólidos durante el anterior proceso; presentar como una victoria del Estado de Derecho la escandalosa sentencia del «caso Egunkaria»; desairar a todas las organizaciones internacionales que trabajan contra la tortura; acusar a Nelson Mandela o Desmond Tutú de ser abogados de Batasuna; apretar las tuercas a los presos o emprenderla contra sus abogados, no son acciones atribuibles a un gran estratega, sino a un perverso pero simple fu-manchú de barrio.

Tiene poder y sabe ejercerlo, con guardias, policías, espías y jueces a su servicio, pero los resultados de su estrategia no se ven por ninguna parte.

Podrán alegar quienes defiendan su valía que hay más detenciones y presos que nunca, que ha arrinconado a la izquierda abertzale en la esquina de la ilegalidad, que, por fin, los unionistas gobiernan en todas las instituciones de Hego Euskal Herria y que el siguiente asalto será desbancar al PNV de ayuntamientos y diputaciones para tenerlos así más dóciles y junto a su pierna.

Quienes así piensan obvian que también gracias a esas actuaciones se ha instalado en la sociedad vasca la idea de un movimiento nacional fuerte que ponga coto a tanto despropósito y avance con decisión hacia la independencia. Nunca como ahora la necesidad de conquistar el derecho de autodeterminación había tomado cuerpo, lejos ya de la simple proclama. Hoy -y Rubalcaba lo sabe desde las conversaciones de Loiola- el derecho a decidir de todos los vascos es tan evidente que Rubalcaba sólo puede tratar de retrasarlo a empujones, a patadas, a tiros si fuera preciso. Pero sabe que es inevitable, que va a llegar. Y cuando podamos decidir, igual decidimos largarnos y construir nuestra propia casa. No, no es un gran estratega Rubalcaba.

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