Maite SOROA | msoroa@gara.net
Un editorial que parece un atestado
Hoy leeremos cientos de artículos en relación a lo que Grande-Marlaska decida sobre las vidas y haciendas de diez ciudadanas y ciudadanos vascos. Pero muchos ya han juzgado y condenado de antemano.
Lo hacía ayer mismo el editorialista de «Diario de Navarra» que, sin vergüenza ni sentido de la prudencia, aseguraba que los detenidos eran culpables -especialmente los abogados- y daba una «prueba» de ello: «porque el Estado de Derecho no puede actuar sin pruebas, se ha demorado la detención de estos tres abogados: eran habituales defensores de miembros de ETA, que utilizaban su estatus para, a través de su enlace, formar un entramado de colaboración con la banda mediante la cobertura legal que les proporcionaba su profesión». ¿Habrá asistido el editoriallista a los interrogatorios y las investigaciones? Por el tono de la pieza, parece probable.
Investido de uniforme verde oliva o toga con puñetas, el editorialista redacta lo que más parece un auto judicial o un atestado policial que un editorial periodístico: «Estos licenciados en Derecho, en teoría comprometidos con la ley, tanto o más que cualquier ciudadano, facilitaban a los terroristas información sobre posibles víctimas y atentados. Es decir, los mismos que después saldrían en defensa de los asesinos les facilitaban los objetivos, cerrando así un círculo criminal y miserable. De hecho, el tiempo dedicado a sus labores como abogados se reducía a los ratos libres, lo demás era implicación ilícita en favor de la banda. Uno de sus trabajos consistía en mantener la conexión de los presos con los responsables de ETA, burlando el aislamiento al que supuestamente estaban sometidos los terroristas juzgados y condenados». Escribe igualico, igualico que habla Rubalcaba. ¡Qué simbiosis!
Y para rematar, el de «Diario de Navarra» aprovechaba el viaje para zumbarle un poco al PNV y el resto de nacionalistas vascos: «No extraña que, practicadas las detenciones, el PNV haya salido al paso de las mismas para anunciar que estará atento a la situación de estos abogados. Faltaría más». Supongo que si no se demuestra nada de lo anterior, el mismo juez, de oficio, debería empurar al editorialista para que se le pasen las ganas de jugar a juez o poli.