Dotaciones de militares y Policía antidisturbios, algunos de ellos armados con fusiles de asalto, desplegaron alambradas de púas en el barrio de Silom, centro financiero de la capital tailandesa, para evitar eventuales movilizaciones de los «camisas rojas», que ya habían expresado su determinación de realizar protestas en la zona. Además, según AFP, un número indeterminado de francotiradores se apostó sobre los tejados de los inmuebles.

La escena resulta surrealista en una ciudad que normalmente se considera muy segura, pero que tras los enfrentamientos del 10 de abril -que dejaron 25 muertos y 800 heridos- se ha sumido en el miedo.

«La gente tiene miedo de que haya una guerra», dijo Chatniramon Chanal en la zona donde se desplegaron los militares.

No es la primera crisis que atraviesa este país asiático, y la comunidad empresarial conoce la importancia de hacer funcionar la máquina económica, incluso en tiempos difíciles. Por ello, pese a la tensión palpable, las tiendas y los bancos permanecían ayer abiertos.

Las fuerzas de seguridad «estarán armadas con fuego real porque tenemos que permitirles que se protejan», indicó el portavoz del Ejército, el coronel Sunsern Kaewkumnerd. Añadió que los «camisas rojas» serán dispersados en el momento en que las tropas «estén listas» para ello.

Los «camisas rojas», procedentes en su mayoría de zonas rurales del norte y el noreste del país, se han ganado la simpatía de las zonas empobrecidas de Bangkok e incluso han asumido el control de un amplio barrio turístico y comercial, donde regulan la circulación y organizan la seguridad con su propio servicio de orden.

Por otro lado, el presidente del partido opositor Puea, el mayor en la Cámara Baja, solicitó una audiencia con el rey Bhumibol, inmensamente respetado en el país, pero hospitaliza- do, con el fin de alcanzar una solución política a la crisis.