El repunte de la violencia tensa la situación en Irak en un año crucial
Un día después de que Irak viviera la jornada más violenta desde los enfrentamientos sectarios de mediados de 2007, el Gobierno de Bagdad volvió a airear dos de sus fantasmas preferidos, Al-Qaeda y las fallas en la seguridad, para explicar una concatenación de asaltos, ataques y atentados suicidas que dejó un saldo provisional de 110 muertos y más de 500 heridos. Todo ello en plena crisis postelectoral iraquí y en vísperas del repliegue general ordenado por Obama.
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El Ejecutivo iraquí aseguró que la ola de ataques y atentados suicidas del lunes sería la venganza de la sección iraquí de la red de Osama Bin Laden tras la muerte el 18 de abril de sus dos supuestos dirigentes, Abu Omar al-Bagdadi y Abu Ayub al-Masri en un bombardeo de EEUU.
Volvió, asimismo, a «reconocer» negligencias en materia de seguridad tanto en Bagdad como en el resto del país. Esta línea argumental, que se apoya en supuestas desavenencias internas en los organismos de seguridad, sirve para mantener vivo el espejismo de que siempre será posible, aunque nunca llegue, una mejora de la situación.
Y, a tenor de la sofisticación, amplitud, extensión geográfica por todo el país y de la cifra de ataques en un sólo día -unos 60-, está claro que el Gobierno necesita urgentemente echar balones, aunque sea dentro de su propio campo.
El arsenal utilizado en los ataques no deja lugar a dudas. En Bagdad, donde las medidas de seguridad son extremas, los insurgentes se disfrazaron de trabajadores municipales para atacar once puestos militares y matar a sus ocupantes con armas provistas de silenciador.
Al sur de la capital, en el Irak chií, los objetivos fueron trabajadores de empresas estatales y policías o servicios de socorro que caían abatidos por sucesivos y simultáneos coches bomba. Tampoco faltaron las explosiones indiscriminadas contra la población civil.
Que Al-Qaeda esté detrás de algunos o de todos los atentados no es descartable. Pero no agota, en ningún caso, su explicación. Y es que las elecciones de marzo, y el triunfo contestado a posteriori de la lista de Allawi, apoyada tácticamente por parte del electorado suní contra los gubernamentales partidos confesionales chiíes, ha dejado un poso de malestar que podría desembocar en una vuelta a la desestabilización total del país ocupado.
El Gobierno de EEUU ha dado su respaldo a la estrategia negociadora para lograr el final de la resistencia talibán.
El embajador estadounidense en Kabul, Karl Eikenberry, y el general Stanley McChrystal, jefe de la Fuerza Internacional de Seguridad para Afganistán (FISA), defendieron el proceso de reconciliación en una comparecencia en la Casa Blanca. Lo mismo hizo el representante especial para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke.
Todos ellos se encuentran en Washington con motivo de la visita del presidente títere afgano, Hamid Karzai, quien fue recibido ayer por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y será agasajado hoy por su homólogo, Barack Obama.
Eikenberry señaló que ahora «hay un entendimiento claro entre los gobiernos de EEUU y de Afganistán acerca de cuáles han de ser los principios comunes» que deberían regir ese proceso negociador.
Sobre la participación de dirigentes talibán en un Gobierno de Afganistán, el general McChrystal dijo que «lo más importante es que tengamos, antes que nada, una solución afgana elaborada por los afganos». GARA
Aviones no tripulados estadounidenses lanzaron doce misiles contra objetivos en el noroeste de Pakistán, dejando un saldo de catorce muertos.
Fuentes del régimen paquistaní aseguraron que el objetivo fue un campamento de un líder local que combatió al lado de los talibán afganos tras la invasión del país vecino a finales de 2001.
Hafiz Gul Bahadur dirigiría una guerrilla formada por 2.000 combatientes que, según el Pentágono, estarían alineados con los talibán paquistaníes y con Al-Qaeda.
Se trata del segundo ataque de este tipo en 48 horas. Dos personas murieron en un bombardeo el pasado domingo en la misma región.
Ese día, Washington dio veracidad a la reivindicación, por parte de los talibán paquistaníes, del atentado frustrado con coche bomba el 1 de mayo en Nueva York, suceso tras el que fue detenido un estadounidense de origen paquistaní.
Los talibán paquistaníes reivindicaron ese atentado frustrado como una respuesta a los bombardeos estadounidenses, que han aumentado de forma exponencial desde la llegada de Obama. GARA