Juan Mari Zulaika Informático
Patxi López, balance de una hipoteca al límite
[El PNV] se debate en un zig-zag, a veces contradictorio en sus declaraciones y prácticas, según la situación, según el portavoz. En Madrid ejerce de samaritano de Zapatero y aquí realiza una oposición tan cortés que permite al Gobierno y a los medios hablar de normalidad y de oasis político en el Norte
Yno hay otro balance. En todo el año, lo único novedoso y digno de estudio, todavía hoy, es el asalto al poder de los socialistas, por obra y gracia del PP. Más que una alternancia normal, fue un asalto propiciado por la mutilación de una candidatura significativa. Los dos constitucionalistas montaron el «bipartito», que no otra cosa es el pacto de gobierno suscrito por ambos.
Pero el mérito no fue ni de López ni de Basagoiti. La operación fue posible únicamente por la Ley de Partidos que ilegalizó para todos los efectos a la izquierda. abertzale. Ya lo dijo Aznar: «fue Mayor Oreja quien prendió la antorcha del constitucionalismo en el País Vasco... como alternativa al nacionalismo vasco».
Lo que no pudo ser entonces, esta vez sí. La misma noche de la carambola, Patxi se dejó montar y Basagoiti marcó el terreno. Un documento de 10 folios, «Bases para el Cambio democrático al servicio de la sociedad vasca», sería el vademécum, sencillo pero contundente, que posibilitó, guió y guiará la política del Gobierno socialista, bajo el control férreo del PP.
En la noche electoral el PNV destacó por su número de diputados, pero no le fue suficiente. Confió en sus resultados y no le importó que la izquierda abertzale fuera eliminada de las listas electorales. Sus quejas fueron sólo retóricas, con la boquita pequeña. Lo reconozca o no, ahí estuvo la razón objetiva de su desalojamiento de Ajuria Enea. Un partido que hizo bandera del derecho a decidir del pueblo vasco, no hizo nada por exigir el derecho a sufragio de todos los ciudadanos vascos. Cabe pedir responsabilidades por su actitud pasiva al partido mayoritario autóctono.
A partir de ahí, López y Basagoiti dirigen el circo. Patxi, a ratos, toca el saxofón, pero la partitura la lleva Basagoiti, sin perder ojo a la hoja de ruta del pacto de investidura. El partido jelkide, tras un doloroso rebote, asume las tareas como oposición, y logra suscitar algunas tensiones en el «bipartito», pero sin golpear. Se debate en un zig-zag, a veces contradictorio en sus declaraciones y prácticas, según la situación, según el portavoz. En Madrid ejerce de samaritano de Zapatero y aquí realiza una oposición tan cortés que permite al Gobierno y a los medios hablar de normalidad y de oasis político en el Norte. Parece que añora la época del bipartito de Ardanza con los socialistas. Por esa vía no va a conseguir romper la pareja PSE-PP.
Buena ocasión le ofrece la polémica sobre la «Ley de Convivencia Democrática y Deslegitimación de la Violencia», que el Gobierno ha querido meter sin diálogo ni consulta con nadie. Un texto inspirado nítida y directamente en las Bases del pacto bipartito, para actuar en las aulas. Se comprende que lo impulse el consejero del Interior, Rodolfo Ares, más que la propia Isabel Celáa, titular de Educación. De momento, ya han sacado de la circulación al presidente del Consejo Escolar. Tras los primeras envites, el PNV deriva la discusión al terreno de la metodología -que si refundición o substitución de textos, etcétera- y acepta la idea de dos comisiones redactoras, olvidando las verdaderas intenciones de la Ley. La reacción del PP no debe tomarse como un ataque de celos, sino como la tarjeta roja de quien ejerce la auditoría en un tema vital. ¿Mantendrán los jelkides una postura genuina?
La Ley pretende ser un hito importante en la serie de cambios -algunos de simple photoshop, otros de más calado estratégico- que viene implantando el Gobierno: cambios en el EuskalMeteo, colocaciones de la rojigualda, «fumigar» bares y txosnas a cuenta de las fotos de presos (la expresión es suya), reforzamiento de la Ertzaintza (¿quién conoce la procedencia de los mandos?), expulsar las voces disidentes en EITB, cambios en el currículum escolar, vetar la expresión «Euskal Herria», vaciamiento del término «Euskadi», tachar el vocablo «pueblo», implantar la fiesta del Estatuto, escudarse en la lucha antiterrorista para objetivos de represión indiscriminada, negación del derecho a sufragio de una parte de la sociedad, descabezamiento y apartheid de la izquierda abertzale, utilización política y partidista de sus víctimas... Y, para colmo, ahora pretenden trasladar a las aulas el adoctrinamiento de su política constitucional. Les falta resucitar una modalidad del Nodo.
Perjuraron abandonar las cuestiones identitarias y el conflicto vasco, tachándolas de manías de Ibarretxe, y es a lo que se han dedicado este año, claro que en dirección contraria. En cuanto a las preocupaciones del día a día -sanidad, vivienda, paro, pobreza...- muy poco aparte de inyecciones a las empresas y unos pocos «renove» en el consumo. Se rodea de un Consejo de empresarios y de los dos sindicatos estatales, convertidos en perros falderos del sistema. Y ¡ojo a la reforma laboral que se avecina! Por muchas políticas activas que se nos transfieran, obedecerán a la plancha española; y ésta a la helena. ¿Apuestas un café?
El balance del propio Patxi López es el del avestruz, híbrido que esconde la cabeza: «Estamos mejor que hace un año».