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Javi Conde comienza a recorrer el mapa olímpico con fines solidarios

Terminar los maratones de las ciudades que han formado parte de la historia olímpica o paralímpica es el proyecto a largo plazo de Javi Conde. De momento lleva seis, así que le faltan 22 para completar un reto en el que las donaciones de sus patrocinadores las destina a varias ONG.

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Miren SÁENZ

Alos 16 años corrió su primer maratón en Bilbo, un año después el siguiente y esperó hasta los 30, según él porque aún le duraban las agujetas, para un tercero ya en el excepcional circuito de Berlín, en cuyo Mundial comenzó una destacada carrera profesional como paralímpico.

Llegó a colgarse siete medallas de oro y dos de plata, 14 mundiales y hubo un momento en su trayectoria en el que las mejores marcas mundiales desde el 800 al maratón le pertenecían. Sus 2.19 en Donostia perdurarán aún en el tiempo, aunque no estuvieran realizados en una prueba auspiciada por el Comité Paralímpico Internacional (IPC). El basauritarra dice ser el único vasco, contando a válidos y a discapacitados, que ha sido «campeón de Euskadi en 5.000, 10.000, medio maratón y maratón». Así que no es extraño que mencione al fallecido azkoitiarra Diego García como su referente: «Cuando los demás hacíamos cross él ya le daba al maratón. Estaba en otra división. Luego vino Martín Fiz y mira la que lió».

Ahora a los 45 ha tenido la ocurrencia de aunar su vocación con sus deseos y se ha embarcado en un proyecto a través del cual pretende ayudar económicamente a gente con discapacidades o en situaciones complicadas y de paso mantenerse en forma. El plan consiste en completar 28 maratones en las ciudades que han ejercido de sedes olímpicas o paralímpicas y como mínimo sacar 1.000 euros por prueba para entregar a alguna de las asociaciones u ONG que se van perfilando en este reto a largo plazo.

El vizcaino se encarga de todo, desde buscar sponsors -que junto con el cheque de donación también corren con los gastos del viaje y la estancia del maratoniano- a informar a la prensa, entrenar y planear hasta el último detalle. «Es duro tocar muchas puertas, buscar patrocinadores. Y eso que la mayoría no han pedido resultados. Creo que no lo habré hecho tan mal cuando algunos de ellos llevan conmigo 20 años», menciona.

Ya no es como antes cuando dedicaba su jornada diaria al deporte. Ahora invierte gran parte de ella «siete horas y pico, y alguna más» en el centro especial de empleo donde trabaja y tiene responsabilidades familiares pero le sobra ilusión y ganas para un reto que sabe cuándo ha empezado pero no cuándo va a terminar. La lista comienza con algunas de sus gestas del pasado. Contando sus actuaciónes en Atlanta'96, Sydney'2000 y Beijing'2008, junto con Berlín -escenario de los Juegos del 36, los de Jesse Owens- en donde Conde corrió el Mundial 94 ya los cuenta como hechos. A estos se han unido Barcelona, la primera parada del recorrido iniciado el pasado 7 de marzo que le llevó a pensar «en qué lío me he metido», cuando se sintió justo de fuerzas y sufrió seriamente los últimos kilómetros y París, el 11 de abril, en donde le fue bastante mejor.

Su idea es hacer cuatro al año. Amsterdam y Atenas, ambos en otoño, completarían el 2010 y en 2011 quizás empiece por Roma y prosiga por Moscú. «Los más cercanos, los europeos, siempre parecen más asequibles aunque ahora mismo hay lugares imposibles como Estocolmo que con el tema de la trilogía de Stieg Larsson -las novelas de la saga de Millennium- está a reventar. No hay sitio. Más adelante, Melbourne o Tokio tendrán otras exigencias».

Lleva quince maratones en su vida. Ha sabido dosificarse en los rigores de los 42,195 kilómetros y opina que ese es parte del secreto para sentirse capaz de emprender el reto. «Terminar por debajo de 2.20 hace pupa y más con la discapacidad que tengo yo. Hay que ir más suave, pero a ser posible terminar por debajo de tres horas, aunque en algunos como en la altura de México capital no será fácil». El primer cheque de 1.000 euros lo destinó a la Fundación Esclerosis Múltiple Eugenia Epalza y el segundo se lo entregará en los próximos días a la Asociación Vasca de Síndrome de Down.

Ultrafondistas

A los fondistas vascos les ha dado por los proyectos solidarios. Ricardo Abad anda estos días intentando completar la segunda parte de su Península Solidaria, con la que pretende recorrer 2.000 kilómetros y entregar los fondos recaudados a un par de asociaciones que trabajan en favor de personas con discapacidad intelectual. El navarro del maratón diario durante 150 días está intentado completar la segunda parte del reto iniciado en 2009 Tafalla-Motril, de 1.750 kilómetros, con un Motril-Tafalla que atraviesa Andalucía, pasa por Portugal -ayer se encontraba por Oporto- Galicia, parte de la cornisa cantábrica y finaliza en su pueblo.

Conde, que no le conoce, piensa: «Si puedes hacer lo que te gusta y de paso ayudar a los demás pues mucho mejor» y rememora las hazañas de Alfredo Uria, un camionero vizcaino amigo de las carreras interminables con el que llegó a coincidir en Australia en una prueba de mil millas sobre una pista de hierba de 400 metros. «Entrenaba 60 y 70 kilómetros diarios. Era muy bueno, pero no supo rentabilizar su enorme nivel».

Insiste en que no es adicto al atletismo: «No necesito pegarme una paliza para sentirme atleta. Eso ya se acabó. Con ponerme las zapatillas media hora vuelvo a casa contento». Y eso que asegura que su discapacidad le ha dejado muy tocado. «Sufro problemas de cadera y de pubis. Corro de una forma que no es la más idónea, tirando de músculos, de tendones. Eso deja secuelas». Pesa 15 kilos más que en sus momentos álgidos, cuando lucía una delgadez extrema -entre 49 y 52 kilos para su 1,74 de altura- y desde su nueva perspectiva vive una faceta menos competitiva y de mayor camaradería con el corredor de al lado. Es partidario del volumen, aunque se resientan los registros vencedores: «Un maratón se hace grande cuando llegan a meta 8.000 participantes».

Para alguien que no se ha perdido una cita paralímpica desde Barcelona'92, aunque no siempre en la prueba reina del fondo, Londres'2012 es «un sueño muy difícil porque es un riesgo plantearse hacer una marca de dos treinta y poco», concluye.

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