CRíTICA cine
«Two Lovers»
Mikel INSAUSTI
Hay cineastas que son atemporales, que están por encima de las modas. James Gray es un maestro desde su primera película, un clásico instantáneo. El depurado estilo y la solidez narrativa han sido la marca de calidad de sus tres elegantes thrillers “Cuestión de sangre”, “La otra cara del crimen” y “La noche es nuestra”. Le faltaba por hacer esa película redonda, mediante la cual alcanzar la máxima perfección, y lo ha conseguido con su cuarto largometraje, realizado justo antes de llegar a los cuarenta años de edad. “Two Lovers” es la cumbre del drama romántico, con un Joaquin Phoenix que se tuvo que retirar temporalmente después de vivir un papel tan intenso, el mejor de su carrera con mucho, y que hace cinco décadas habría colmado las aspiraciones de un Marlon Brando juvenil. Claro que también ayuda la extrema sensibilidad con la que la cámara de Joaquín Baca-Asay sigue los movimientos y los gestos del protagonista, la misma con la que retrata unos ambientes neoyorquinos invernales y fríos, donde cada cual busca su refugio. Las citas furtivas de los amantes en la azotea del edificio reflejan ese clima inestable como nunca se había visto antes en las películas rodadas en la Gran Manzana.
Y, sin embargo, a pesar de la brillantez formal que no tiene fecha de caducidad, “T wo Lovers” expone un problema psicológico muy de nuestro tiempo, como lo es el de la bipolaridad. Leonard es un chico que pasa de la euforia a la más profunda depresión en un abrir y cerrar de ojos, por lo que a sus intentos frustrados de suicidio pueden seguir momentos de gran extroversión en los que realmente resulta divertido, como cuando se convierte en el punto de atracción de la pista de baile. Su tragedia personal consiste en que es incapaz de elegir y no sabe decir que no a nadie, así que no termina de hacer nunca su voluntad por culpa de una irrefrenable inclinación a contentar a todos, teniendo que mentir constantemente para no contrariar a su familia y a las mujeres con las que se relaciona.