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Tailandia sigue deslizándose hacia una cruenta guerra civil

Bangkok fue ayer de nuevo escenario de enfrentamientos entre el Ejército tailandés y manifestantes opositores que se saldaron con al menos ocho muertos. El conflicto entre partidarios del depuesto primer ministro Thaksin Shinawatra y el actual mandatario, Abhisit Vejjajijva, se recrudece cada día que pasa. El Gobierno insistió en que utilizará la fuerza para desalojar a los «camisas rojas».

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ANUSAK Konglang (AFP)

El primer ministro tailandés, Abhisit Vejjajijva, excluyó ayer renunciar a las operaciones militares puestas en marcha contra los manifestantes opositores, mientras Bangkok fue, un día más, escenario de nuevas escenas de guerrilla urbana que provocaron ayer la muerte de al menos otras ocho personas.

En total, según los servicios de asistencia, 24 personas han muerto y 172 has resultado heridas desde el jueves por la noche, cuando comenzaron los enfrentamientos armados.

«No podemos dar marcha atrás y permitir a quienes quieren violar la ley y arman a militantes enfrentarse directamente al Gobierno», declaró Abhisit en la televisión.

Poco antes, el portavoz del Ejército hizo referencia a la posibilidad de un golpe de fuerza en el barrio controlado por los «camisas rojas» antigubernamentales.

«Hay un plan para evacuar Rachaprasong si lo ocupación no acaba», declaró Sunsern Kaewkumnerd. Pero estaba sin determinar cuándo se iba a poner en marcha este operativo. «Sin una preparación adecuada, habrá numerosas pérdidas de vidas humanas», añadió.

Los disparos se escucharon esporádicamente durante la jornada de ayer en torno al límite norte del barrio «rojo», según fotógrafos de France Presse.

Cuando la situación parecía haberse calmado ayer al amanecer, según un residente extranjero, una veintena de manifestantes comenzaron a marchar con una bandera tailandesa. «Anduvieron apenas veinte metros y, sin previo aviso, los militares comenzaron a abrir fuego».

Los soldados instalaron carteles en los que alertaban de que se hallaban en «zona de disparos de fuego real».

Violentos enfrentamientos estallaron varios kilómetros más allá, en el extremo sur del barrio «rojo», donde los manifestantes hicieron frente al Ejército a golpe de cóctel molotov.

La crisis política, la más grave en el país asiático desde 1992, ha provocado ya oficialmente 54 muertos y más de 1.600 heridos desde mediados de marzo.

«Los soldados no puede hacer otra cosa que defenderse ante los ataques de los que son objeto», afirmó el portavoz del Gobierno tailandés, Panitan Wattanayagorn.

Este incremento de la violencia inquieta a la comunidad internacional. Desde el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, a Singapur y, especialmente, China, han mostrado su preocupación.

El portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Philip Crowley, instó a los protagonistas a «mostrar moderación y resolver pacíficamente sus diferencias».

«La situación actual es casi de guerra civil», considera Jatuporn Prompan, uno de los líderes de los manifestantes. «No sé cómo terminará el conflicto», añadió.

Los «camisas rojas» califican de ilegítimo al primer ministro Abhisit y le acusan de servir a las élites de Bangkok, que actúan en torno al Palacio Real -altos funcionarios, magistrados, militares, empresarios-. Reclaman su dimisión y la convocatoria de elecciones anticipadas.

Tras el fracaso de diez días de negociaciones, el poder decidió asfixiar logísticamente a los manifestantes para reducir su número. Así, les privó de electricidad, agua y alimentos. El sábado, niños y ancianos abandonaron el lugar.

Estas medidas son «las más adecuadas y se van a mantener para restaurar la paz en el país», añadió Abhisit.

A pesar del temor de los opositores, Weng Tojirakarn, uno de los líderes «rojos», les instó a mantenerse detrás de las barricadas de alambre de espino, neumáticos rociados de keroseno y bambú.

Los opositores, dispuestos a resistir pese al temor al Ejército

Sakda Sudtae monta guardia frente a una barricada de bambú de dos metros de alto y tiembla nervioso. «No sé nada de lo que va a pasar», dice el manifestante, aterrorizado como los demás tras los enfrentamientos del viernes en Bangkok.

«Tengo miedo, pero no tengo opción. Aquí, todos tememos morir», reconoce este hombre de 33 años, llegado del norte de Tailandia, como muchos «camisas rojas».

A unos metros de la barricada, la carrocería calcinada de un autobús es el testimonio de la violencia de los enfrentamientos del viernes, que provocaron 16 muertos, la mayoría de ellos «rojos».

De vez en cuando, el eco de disparos, difíciles de localizar, resuena en las fachadas de los edificios modernos del barrio de Rachaprasong, rodeado por los militares, que han recibido la orden de disparar contra cualquiera que intente entrar.

Uno de los guardias «rojos», Dang Thongyu, de 35 años, mira con preocupación cómo los soldados se acercan a las barricadas. «Nos da igual estar rodeados. Pero deberían retroceder un poco. Si no, la situación puede ser explosiva», explica.

Quienes se han quedado están dispuestos a hacer frente a la situación. A pesar de sus escasos medios, como las botellas y las piedras acumuladas para lanzarlas en caso de asalto del Ejército. Algunas fuentes aseguran que disponen de armas más pesadas, pero que las mantienen ocultas. «Es evidente que somos menos, peor armados. En el peor de los casos, daremos fuego a las barricadas», explica Somchai Sanwong, uno de los manifestantes. Patrick FALBY (AFP)

evacuación de EEUU

EEUU anunció ayer que ha evacuado a parte del personal de su Embajada en Bangkok y que desaconseja a sus ciudadanos viajar a Tailandia. Gran Bretaña tampoco recomienda viajar a Bangkok.

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