Ya había llegado. No había vuelta atrás. Sin recovecos tras los que esconderse, Itxako afrontaba el partido más decisivo del año. Era el momento de recoger todo lo sembrado hasta ahora o, por el contrario, de echar por la borda todo por cuanto se ha peleado en los últimos meses. La posibilidad de sumar la segunda Liga consecutiva estaba más cerca que nunca, pero a su vez había quien temía por la presión del favoritismo. Al final todo transcurrió por el cauce de lo deseable, e Itxako no hizo ni sufrir a sus fieles seguidores. En pos del abultado resultado que cosecharon las de Ambros Martin, la emoción faltó a una cita en la que no hubiera sido demasiado bienvenida.

No tardó Itxako en despojarse de cualquier atisbo de presión y tras enrocarse en precisas defensas, el luminoso ya mostraba un 4-1. El hielo estaba cortado, pero la consistencia se veía necesaria para dar crédito a esas pequeñas diferencias iniciales. Tan solo el acierto de una inspirada Aiko Hayafune mantenía con vida al equipo almeriense, que traspasaba una auténtica Odisea cada vez que trataba de rebasar a la sólida defensa de las navarras.

Diferencias en aumento

Las almerienses trataron de aferrarse como clavo ardiendo a las puntuales individualidades -buen trabajo de la incisiva Kurchankova-, mientras que en el bando local los tantos adquirían un cariz mucho más colectivo, con intercambio de jugadas enlazadas en estático, como contraataques ejecutados a la perfección. El resultado de ese desequilibrio pronto se trasladó al marcador, culminando la primera parte con una jugada de libro finalizada por Sandy.

El factor físico también comenzó a incidir sobremanera, y era palpable el descenso de potencia que sufrieron las muñecas de las jugadoras andaluzas. Era cuestión de inercia, y cual inequívoca ley física, las distancias aumentaban de manera gradual hasta rebasar la sicológica línea de los 10 goles (25-13).

Sabedoras de que el título liguero estaba a las puertas de llenar un hueco en la ya de por sí completita vitrina del cuadro local, las jugadoras del Itxako se desmelenaron. Subieron filas en defensa, y ahogaron un poco más al conjunto almeriense. Llegó el momento de lucirse; aquel de girarse hacia el público y obsequiar todo su apoyo con un «jogo-bonito», que ya quisieran algunos.

Aquello tomó el coloquial tono de una pachanga de patio. Las guardametas locales se sumaron a la fiesta, y la máquina amarilla se desquitó a gusto de la tensión con un aplastamiento que las andaluzas no olvidarán en mucho tiempo. Esperemos que la resaca de las navarras, que lo celebraron en Larrion, tampoco se olvide pronto.