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La tolosarra completa los 14 ochomiles

De campo a campo hasta la cumbre de los 14

De 0 a 14. De un proyecto a una carrera. O un proyecto que ha acabado en carrera. Edurne Pasaban se ha convertido en la segunda mujer en pisar las 14 cumbres más altas de la Tierra. Un reto que ha tenido de todo.

 

Campo Base
primer paso

Quizás muchos no lo recuerden, pero los primeros pasos de Edurne Pasaban en las cotas más altas del mundo no comenzaron con el primer intento al Everest de 1999. No. Justo un año antes un tal Asier Izagirre le metía el gusanillo por la extrema altitud cuando le convencía para unirse a una expedición tolosarra al Dhaulagiri. Sí, Izagirre, el primo de Pasaban y, según ella misma, el apoyo más importante que ha tenido durante la finalización de su proyecto, fue el culpable de la irrupción de la montañera en el escenario del ochomilismo. Era 1998, y Edurne contaba con 25 años. La sesión de puertas abiertas o primera visita a los gigantes se tradujo en una experiencia que acabó a 272 metros de la cima del Dhaulagiri. No hubo cima, pero aquella expedición marcaría un antes y un después en la vida de Pasaban.
  

Al año siguiente del Dhaulagiri, se acercaba a las faldas del Everest. Un salto quizás grande, y es que de un intento a una cima de 8.167 metros pasaba a otro intento de una cumbre de 8.848: el Everest, la cima más alta del mundo. Un primer intento, otro más en 2000 y con el tercero, el de 2001, llegó la recompensa. La tolosarra hacía cima; su primera cumbre, la de un ochomil. Y, además, fue el Everest. Con ayuda del oxígeno artificial. La única ascensión y cumbre de los 14 con botella a la espalda (Nota: también utilizó bombona de oxígeno durante el descenso del Kangchenjunga del 2009).
   Inyección de motivación. La consecución de la cima más alta del mundo no hizo más que abrir el camino ochomilístico de Edurne, y es que nueve años más tarde (¡quién lo hubiera dicho!) ha cerrado el ciclo de los 14 más altos.

Campo 1
profesionalización-carrera

«Al principio fueron mis padres los que patrocinaban mis expediciones. No pude dedicarme por entero a los Catorce hasta que logré el noveno», afirmaba Pasaban. Mientras las fuentes de financiación no fallaran, la ochomilista vasca, tras la cima del Everest, seguiría tachando de su libreta objetivos de la deseada lista.
  

En 2002 hacía doblete: el Makalu y el Cho Oyu. Tres ochomiles en dos años; la cosa no pintaba nada mal. Los de “Al filo de lo imposible” ya le habían guiñado el ojo en más de una ocasión a Edurne. La guipuzcoana no tuvo ningún reparo para corresponder al programa de televisión, y, desde 2003, el idilio “Al filo”-Pasaban ha perdurado sin ninguna fisura. Las cámaras se convertirían así en las mejores documentalistas de las ascensiones de la tolosarra. Y, por si fuera poco, en 2003, Pasaban pasaba de un doblete del año anterior a un triplete: Lhotse, Gasherbrum II y Gasherbrum I.
  

Todo iba sobre ruedas: seis ochomiles en tres años. El reto de las catorce montañas más altas de la Tierra empezaba a tomar más que color. En todos los foros montañeros de Euskal Herria ya se cotilleaba sobre la idea y la posibilidad de que Edurne se centrara definitivamente en aquel objetivo que 24 años antes había logrado un ochomilista masculino: Reinhold Messner. Faltaba la primera mujer de los 14. Algunas chicas que querían lograr el mismo trono de Messner ya estaban en camino. Pero era un camino con muchos altibajos. Mientras que algunas de las más fuertes morían en el empeño, otras empezaban a asomar la cabeza.
 

La carrera femenina por la lista de los 14 siempre ha sido una realidad, aunque algunas la hayan querido maquillar de otra forma y aunque, la verdad sea dicha, el empuje más mediático se haya dado en estos últimos años. Y, claro está, en nuestros círculos más próximos mucho más, ya que una de las candidatas es vasca. La propia Pasaban ha sido una de las «competidoras» que han querido quitarle hierro al asunto, afirmando que nunca ha existido dicha carrera. Quería ser la primera, pero sin carrera; algo difícil de entender. Por lo menos, en 2007 afirmó lo siguiente: «Hasta que logré el noveno, no pude dedicarme por entero a los Catorce. A la vuelta del Broad Peak tuve claro que quería ser la primera».


Campo 2
a vueltas con el estilo

Con el año 2004 llegó uno de los ochomiles que más miedo le daba a Pasaban: el K2. Sabía que el Chogori iba a resultar muy duro de pelar, y esa realidad la vivió en carne propia cuando hizo cima. Fue el único ochomil conseguido en ese año. Un ochomil que le dejó secuelas físicas; léase congelaciones en los dedos de los pies. Un descenso caótico que seguro que le hizo recordar aquello de que ninguna de las ochomilistas femeninas que hasta entonces habían subido el K2 vive en la actualidad.
  

El K2, asimismo, le recordó que los tres ochomiles más altos se le atragantaron en parte. Dejando de lado el Everest, tanto en el Chogori como en el Kangchenjunga ha sufrido los peores episodios de su trayectoria. Un K2 que nuevamente encendió la llama sobre la polémica del estilo utilizado por la tolosarra. Que si sus compañeros son los que abren los tramos claves, que siempre lleva alguien al lado, que sólo sube vías normales... Y demás retahíla. Pero en el caso de Pasaban, su proyecto de los 14 ochomiles no iba encaminado en el estilo, sino en la cantidad. La ochomilista vasca nunca ha querido emular a las más grandes de la especialidad: Wanda Rutkiewicz, Ginette Harrison... No, éstas estaban en otro estadio. Además, si se hiciera una lista por la calidad-estilo, la vasca lo tiene claro que por delante de ella están Gerlinde Kaltenbrunner o Nives Meroi; las dos mujeres que le precedían en la carrera.
 

  Así pues, en este caso el estilo y la cantidad no deben de chocar. Cantidad, números, lista... era el objetivo. Y Pasaban, a diferencia de muchos montañeros-ochomilistas-alpinistas masculinos, no se ha dedicado nunca a vender nada fraudulento. Ella conoce más que nadie cuáles son sus virtudes y sus limitaciones, y nunca ha vendido ninguna moto: «Hay gente que me critica por cómo subo los ochomiles. Yo siempre he dicho que quería terminar los 14 por vías normales, porque  es lo que puedo hacer. Buena parte de los hombres que han completado la lista lo hicieron sin abrir rutas nuevas. ¿Por qué molesta tanto que yo lo haga así? ¿Porque soy mujer?».


Campo 3
actitudes misóginas

Pues esa última pregunta puede ilustrar de modo muy fidedigno las continuas críticas que ha tenido que soportar la guipuzcoana sobre todo desde su vuelta del Manaslu en 2008. Hasta entonces el guión se iba cumpliendo sin notables contratiempos. En 2005, el Nanga Parbat se convertía en el único ochomil de la temporada. Por diferentes razones, el 2006 lo pasó en blanco. Un año más tarde caía el Broad Peak. Y en la recta final, en 2008, con el claro reto de ser la primera firmó las cimas del Dhaulagiri y el Manaslu.
 

  Y a partir de este último ochomil se abrió el grifo de las críticas feroces sobre la apuesta realizada por Pasaban y por el modo en el que lo estaba llevando a cabo. Justo en 2008 y no antes; ni en 2001, ni 2004, ni en 2007... justo en la recta final cuando le quedaban sólo dos ochomiles. Críticas vertidas desde personas y foros con entidad: periodistas, algún que otro alpinista... Todos personajes masculinos. Se le empezó a machacar argumentando que con los 14 no iba aportar nada y que su estilo no era nada ético. Bien, pero, ¿Pasaban en algún momento vendió algo de eso? ¿Por qué a otros ochomilistas masculinos que cumplieron con el objetivo de los 14 no se les criticó? Si no nos confundimos, el reto y el estilo de muchos de ellos han estado más cerca de Pasaban que de Messner o Kukuzcka. Ellos han tenido el privilegio de ser intocables, y Edurne no.

Cima
la segunda

Con el Manaslu de 2008, la montañera vasca igualaba en 11 ochomiles a Kaltenbrunner y Meroi. Mientras que la austriaca se lo tomaba con otra filosofía, la italiana y la vasca coincidían el año pasado en el Kangchenjunga. Meroi salía escaldada del intento a cima, es decir, muy disgustada con la competición entre las chicas, y decidía aparcar el objetivo de ser la primera.
 

  Sin la austriaca y la italiana pisando fuerte, pero con la coreana Oh Eun-Sun que se le adelantaba. Sí, Miss Oh apareció de la nada y se puso en cabeza. Ya estaban en la recta final. El morbo subía de tono, ya que el Kangchenjunga recibía en la primavera del año pasado a las dos ochomilistas en cabeza. Ambas hicieron cima, pero, de nuevo, Edurne se las vio y deseó con una de las cimas más altas. Subió afectada por una traqueobronquitis que finalmente le llevó al agotamiento total. Utilizó oxígeno artificial en el descenso. La coreana ni tocó la botella, a pesar de que la guipuzcoana afirmara que Miss Oh la utilizó durante el ascenso.
  

Y si eso fuera poco, al tiempo la vasca y su equipo empezaron a poner en duda la ascensión de la coreana. El culebrón todavía sigue abierto. Son muchos los que se preguntan si Edurne, una profesional del ochomilismo, tuvo que entrar a trapo en el esprint final y sin pruebas en una polémica que no le ha dejado ninguna buena imagen.
  

De nuevo la coreana y la vasca coincidieron en esta primavera en el Annapurna. Ambas hicieron cima, y Miss Oh se convirtió en la primera de la clase. A Pasaban le quedaba el Shisha Pangma. También lo ha subido. Ha sido la segunda.

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