Puede que a alguien, posiblemente a quien ha tenido la ocurrencia, le parezca original la elección del día 10 de noviembre para celebrar el que será denominado «Día de la memoria». Original por la motivación: «una fecha en la que no tengamos ningún aniversario que lamentar». Sin embargo, como señalaba el historiador Iñaki Egaña el pasado 1 de mayo en estas mismas páginas, se han equivocado. En su artículo, Egaña dejaba minuciosamente en evidencia la magnitud de la equivocación; no obstante, también es posible que no exista tal equivocación. Es posible que el Departamento de Interior y todo el Gobierno de Gasteiz, así como PSE-EE, PP y PNV verdaderamente no tengan ese día ningún aniversario que lamentar, pero no porque en esa fecha, como en todas las del año, no hayan ocurrido crímenes y actos ignominiosos contra inocentes, desde fusilamientos hasta humillaciones, desde desapariciones hasta torturas. En ese caso, si no tienen nada que lamentar, tienen motivos para celebrar su «día de la memoria». De una memoria corta y parcial, que deja en la cuneta a quienes allí fueron fusilados, en el olvido a quienes fueron desaparecidos, que oculta las injusticias cuyo recuerdo deja bajo grave sospecha la condición democrática de quienes se niegan a reconocerlas. Día de la desmemoria.