Afganistán, violencia y negociación necesaria
No por anunciado ha dejado de impactar el inicio de la ofensiva talibán de primavera contra la ocupación internacional en Afganistán. Un ataque suicida contra un convoy de la OTAN acabó ayer en Kabul con la vida de 18 personas, seis de las cuales eran soldados extranjeros. Las doce víctimas restantes eran civiles, algunos de ellos menores de edad. El atentado es uno de los más sangrientos de los últimos meses y el que mayor número de bajas ha causado en la fuerza internacional desde setiembre de 2009, cuando seis soldados italianos morían por la explosión de un coche bomba.
La cifra de bajas en las filas de la fuerza ocupante sigue creciendo en Afganistán y lo hace a un ritmo cada vez mayor, poniendo en evidencia que el uso de la fuerza, lejos de resolver el conflicto, sólo lleva al recrudecimiento de los enfrentamientos y al incremento del número de muertos. Este insostenible escenario de violencia apunta inevitablemente a que, tras nueve años de ocupación, es ya impensable una salida al conflicto sin entablar negociaciones con los talibán. Así se lo ha hecho saber el propio presidente del gobierno títere, Hamid Karzai, a los países de la fuerza internacional y así lo deja entrever el propio Barack Obama, cuando declara que las tropas norteamericanas no están en Afganistán con vocación de quedarse de forma permanente. Además, los líderes talibán parecen dispuestos a favorecer el comienzo de las negociaciones al rebajar el tono de sus demandas cuando renuncian a gobernar el país y se limitan a exigir la expulsión de los invasores y el retorno de la sharia (ley islámica).
Estas evidencias parecen esbozar en Afganistán un escenario, quizá próximo, libre de la ocupación extranjera. Y aunque esto no despeja las incertidumbres sobre el modo con el que los propios afganos lograrán dar forma al futuro de su país, sí aclara el camino para que puedan buscar el equilibrio que tanto ansían sin la distorsión de injerencias externas siempre indeseables.