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Raimundo Fitero

Colaterales

La mayoría de los programas deportivos o meteorológicos tienen patrocinadores específicos, que enmarcan sus anuncios, antes y después, siempre en el borde horario, pero con espacio suficiente para diferenciarse de la publicidad general de la cadena. Estos patrocinadores, en asuntos deportivos, o en asuntos futbolísticos, cuando son ligas o copas organizadas por instituciones internacionales, llevan sus patrocinadores en todo cuanto se emite, y así nos encontramos que cuando TVE ha retransmitido partidos de la Champions League, han tenido que emitir los anuncios, estáticos, o sin animación larga, de los patrocinadores generales. Pero anuncios.

Los patrocinadores unen su imagen, sus ventas, a un deporte, a una sección, a un estilo, a una manera, y si sucede algo que no está aceptado o tiene aristas para acomodarse dentro de lo políticamente correcto, sufren contaminación. Por eso, la broma fascistoide de Manolo Lamas, con el consentimiento, aplauso y complicidad de Manolo Carreño en Cuatro, está produciendo una cascada de problemas añadidos a la cadena, a los interesados y efectos colaterales, como es en este caso el patrocinador, nada menos que una marca alemana de automoción que exige algo más que excusas.

Les pueden poner a Cuatro, si aplican la ley hasta sus últimas consecuencias, una multa de un millón de euros porque las televisiones privadas son concesiones administrativas y están sujetas a reglamentos y condiciones, y entre ellas, la de no hacer apología del machismo, la xenofobia, las actitudes violentas y una retahíla de supuestos que parecen más que lógicos se relacionen para advertir a los concesionarios. Parece que se está llevando el asunto hasta límites insospechados, y que nos demuestra que cualquier cosa que se hace tiene sus consecuencias y en este caso, por un lado la administración pública, a través del Ministerio de Industria y su reglamentación y por otro, el anunciante, el que paga, que exige reparación. Decir que lo del anunciante es una especie de tiranía, una suerte de censura, ¿sería exagerar? La publicidad no es inocente nunca, siempre marca el terreno. ¿Hay solución? Difícil. ¿Un despido serviría?

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