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El Gobierno tailandés decide ampliar el toque de queda

El primer ministro tailandés, Abhisit Vejjajiva, se empeña en reiterar la vuelta a la normalidad del país tras la operación militar que puso fin a dos meses de protestas por parte de los «camisas rojas» en la capital, pero la nueva ampliación del toque de queda en Bangkok y en 23 provincias del norte y noroeste de Tailandia pone de manifiesto el cierre en falso de esta crisis política que no ha hecho sino ahondar en la profunda división social ya existente.

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El jefe del Gobierno de Tailandia, Abhisit Vejjajiva, anunció ayer que hoy se reanudará la actividad normal en el centro de Bangkok después de los importantes trabajos de limpieza realizados para borrar cualquier rastro de los sangrientos enfren- tamientos de la semana pasada, cuando el Ejército asaltó y desalojó el campamento que los antigubernamentales «camisas rojas» habían instalado en el centro de la capital hace dos meses. Además, Abhisit declaró otra prórroga, durante dos noches más, del toque de queda en Bangkok y 23 provincias del país.

Con esta nueva ampliación de la situación de emergencia, las autoridades dicen pretender «favorecer» las operaciones de los cuerpos de seguridad para detener a los líderes de los «camisas rojas» huidos y «localizar los arsenales de armas» que, según el Ejecutivo, los manifestantes antigubernamentales tenían el su poder.

Cuatro días después de los disturbios que sacudieron el «país de las sonrisas», el primer ministro señaló que hoy se reabrirán las escuelas, calles y servicios públicos cerrados durante toda la semana pasada. No obstante, el líder del Partido Demócrata admitió que la crisis política impide que la normalidad sea completa.

«Continúan maquinando»

«No creo que las cosas lleguen a ser completamente normales. Sé muy bien que esa gente (el frente antigubernamental) continúa maquinando y cuál es su verdadero objetivo», indicó Abhisit sin dar más detalles.

Los «camisas rojas» acusan a su Gobierno de ser ilegítimo porque surgió de alianzas parlamentarias tras el derrocamiento de su predecesor, Thaksin Shinawatra, y no de las urnas, y reclaman restablecer la democracia con nuevas elecciones. Por eso, exigen la dimisión del Ejecutivo, la disolución del Parlamento y la convocatoria de comicios anticipados.

El primer ministro se reafirmó ayer en su compromiso de continuar adelante con su plan de reconciliación, que contempla reformas política y sociales y elecciones anticipadas, pero señaló que primero hace falta restablecer la paz.

Una paz que deberá pasar por hacer frente a la profunda división de las clases desheredadas, partidarias de los «camisas rojas», y las élites de la capital.

Hoy, el partido opositor Puea Thai (De los Tailandeses), partidario de Thaksin Shinawatra, presentará una moción de censura contra el primer ministro y varios miembros de su gabinete.

Además, está previsto que al menos 63 personas pasen hoy a disposición judicial por su presunta implicación en los violentos disturbios del pasado 19 de mayo en Bangkok que siguieron al asalto militar del campamento «rojo».

Según datos del Centro de Emergencias recogidos por Efe, 85 personas (74 civiles y 11 agentes) han muerto en actos violentos vinculados a esta crisis política de los últimos dos meses.

El Gobierno tailandés justificó el empleo de la fuerza con los «camisas rojas» con el argumento de que entre ellos se escondían «terroristas armados» dispuestos a provocar disturbios.

Estupor, tristeza e ira en el lugar de los disturbios

Como en un paseo un poco morboso, tailandeses y extranjeros de Bangkok se acercan a ver, cámara en mano, el estado de desolación después de la batalla. Tristes, deprimidos o enojados, algunos descubren sus recuerdos de vida o trabajo convertidos en humo.

En el centro de la capital, la antigua «zona roja» desalojada el miércoles por una operación militar tras seis semanas de ocupación por parte de los militantes antigubernamentales partidarios del ex primer ministro Thaksin Shinawatra. A lo largo del trayecto del tren elevado, la zona muestra vestigios de los campamentos improvisados de los «camisas rojas» y de los disturbios que siguieron al asalto. Algunos limpian, otros intentan recuperar determinados objetos.

De lejos, un extraño espectáculo: decenas de personas con sus brazos levantados sacando fotografías a las ruinas del destrozado y humeante Central World, junto a vendedores de helados,refrescos y maíz.

Muchos extranjeros han estado encerrados en casa durante los disturbios y miran con nostalgia los lugares de sus recuerdos.

En cambio, los tailandeses no ocultan su enojo. Tan divididos como las masas rurales y las clases de alrededor de la capital que se sienten menospreciadas y privadas de los frutos del crecimiento económico y las élites de Bangkok, simbolizadas por Abhisit Vejjajiva.

Algunos muestran su rabia contra Shinawatra, por «manipular a las masas», y contra los «camisas rojas», que piden democracia «sin saber lo que significa». Otros, sin embargo, arremeten contra el Gobierno, que manda al Ejército contra «manifestantes pacíficos que sólo quieren elecciones, transparencia y menos militares en la política». AFP

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