Raimundo Fitero
Fuentes venenosas
Siempre se citan a unas fuentes dignas de crédito para transmitir un rumor o una intoxicación, pero a lo que estamos asistiendo con la nueva tropelía del ejército de Israel es a la indefensión del ciudadano universal. Si han matado indiscriminadamente, asaltando barcos solidarios en aguas internacionales y se convierte posteriormente en una acción de defensa es que hemos entrado ya en la época de la infamia internacional, del desprestigio total de los organismos de funcionarios, de las cadenas de información inmediata y continuada, del periodismo que bebe solamente de las fuentes emponzoñadas por la fuerza militar convertida en la sinrazón de un estado paranoico, violento, peligroso para la paz global.
La cuestión en estos momentos es la credibilidad que tienen los informes de los asesinos, frente a los silencios de las víctimas. Yo he visto y oído más veces al embajador de Israel en el Reino de España, que al ministro de Exteriores, al presidente del gobierno o cualquier otro funcionario o político que debería ponerse al frente de las protestas por tal muestra de fuerza bruta. Escucharlo es simplemente alimentar más las ganas de justicia. Y la pregunta es, ¿por qué salen tantas veces estos señores terroristas y casi nada los representantes de los ciudadanos agredidos por los violentos?
Las imágenes ofrecidas por los asesinos son una muestra de la impudicia, del asco, de las fuentes malignas, envenenadas. Cuanto más se emitan más se comprenderá que están hechas para crear una coartada ínfima para hacer un acto de prevención, de aviso a navegantes, para reivindicarse como los dueños del imperio de la guerra. Y ver salir a esas seiscientas personas, detenidas en aguas internacionales y metidas a la fuerza en territorio israelí, esposados y custodiados como delincuentes es presenciar un acto repugnante, una violación de cualquier ley internacional emitida conscientemente. No pasa nada. Los detenidos estatales pasan de su supuesto representante consular que lo que quiere es que firmen su culpabilidad para quitarse problemas. No tienen dignidad. Arropemos a los israelitas que luchan contra los excesos de su propio ejército.