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Anjel Ordóñez Periodista

El secuestro de la memoria

Si bien se piensa, la existencia puede parecer tan breve como un suspiro o más larga que unas fiestas sin dinero. Independientemente de los años que vivas. Y no por ello se detiene el tiempo. Nunca. Pero hay momentos en esa vida en los que, empujado por algo poderoso, tu tren descarrila, se sale de la vía un rato y te presta tiempo para ver el tiempo pasar. Y para recordar. Me pasó hace poco con la visita de Aletxu. Sastre, abertzale, sabiniano. En apenas dos charlas, este bilbaino ya entrado en los ochenta es capaz de contagiar la fuerza con la que afronta una existencia personal y colectiva muy compleja, acaso tanto como el país en el que vivimos. Guarda con celo la tarjeta que un 16 de agosto de 1950 le dedicase Luis Arana; «A mi compatriota Alejandro Ugalde». De su puño y letra. Llena su espíritu de satisfacción. Y él la contagia.

Pero Aletxu también guarda otras cosas. Para que no se olviden. Como el bando que el 21 de diciembre de 1841 dictase el general Martín Zurbano, comandante general de Bizkaia, prohibiendo el uso de la txapela en todo el herrialde. «Que los alcaldes constitucionales, fieles y demás personas interesadas en la paz procedan a la detención de cualquiera persona que la use [...] porque los males deben cortarse de raíz». Hoy vivimos otros tiempos, pero padecemos las mismas recetas. Paz contaminada, constitución sagrada, delación, represión...

Aletxu, ya digo, fue sastre. Y a lo largo de su vida ha confeccionado muchas ikurriñas. Como la que ondeó por primera vez en Bizkaia de forma legal, aquel enero de 1977. Él mismo la llevó hasta el Ayuntamiento de Garai para colgarla en la balconada. O la que presidió la manifestación que recorrió las calles de Bilbo en el Aberri Eguna de 1978. Tras ella, una pancarta: «Autodeterminación en la Constitución», sujeta, entre otros, por Santi Brouard, Nicolás Redondo, Ramón Rubial, Roberto Lertxundi... Aletxu guarda bajo llave esa fotografía cargada de una historia que algunos quieren enterrar en el olvido. A veces resulta arduo detenerse para mirar al pasado, cuando el presente aprieta con fuerza y el futuro amenaza, incierto. Pero no hay identidad sin memoria y la nuestra todavía sigue secuestrada. Ánimo, Aletxu.

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