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Raimundo Fitero

En red

Me encantan los anuncios de proveedores de telefonía e internet. Mienten con elegancia, con imaginación. Parecen políticos en estado de celo. O esos misteriosos señores y señoras del denominado Club Bildeberg que se han reunido en un hotel de lujo en Sitges para decidir sobre algunas cosas para seguir siendo los que mandan de verdad en el mundo. O al menos los que mandan en red, o sea, los que mandan en algunos tramos de las decisiones políticas que solamente son expresiones de componendas económicas. Les conocen como «los amos del mundo», y sus reuniones son secretas, pero protegidos por cientos de policías y seguramente con los gastos pagados por alguna administración pública, local, regional, estatal, continental o universal. Ellos son ricos por lo que no llevan cartera, ni siquiera tarjeta de crédito. Los dueños no pagan.

Las redes son cada vez más transparentes, me refiero no solamente a las sociales con los problemas de privacidad planteados, sino a las que unen intereses económicos y partidistas. Resulta que al presidente del parlamento español, ese gran hombre del pasado llamado José Bono, le están tocando las raíces de sus implantes capilares a través de su patrimonio inmobiliario y muy concretamente de una hípica que se ha montado, al parecer, con muchos regalos de constructores, y que, además, todas las competiciones que allí se organizan son retransmitidas por TVE en su cadena en reconversión cultural y al parecer salvada de la desaparición, La 2. Denunciado, acosado, se nos planteaba siempre el interés de esas competiciones hípicas, y ahora encontramos una respuesta diciendo que se ofrecen gratis.

Pero lo verdaderamente asombroso y que define la red, es que la empresa que gestiona los derechos de publicidad estática de esa Hípica de Bono, tiene como uno de los socios prioritarios al esposo de la actual presidenta del parlamento vasco, con lo que se completa el círculo vemos la facilidad con la que se relacionan los de la misma ideología, aunque militen en siglas diferentes, para sacar dinero de los pozos públicos y repartírselo. Los del Club son los dueños del mundo, pero éstos se sienten los amos del mando.

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