Soledades en un mundo globalizado
«Mamut»
El sueco Lukas Moodysson rueda su primera película en inglés, que ha sido comparada con «Babel» del cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu, porque también cuenta varias historias paralelas que transcurren al mismo tiempo y en distintos países. Es la nueva manera de hablar de la gran soledad que se siente en la actual era de la comunicación global, donde habrá que superar las barreras culturales y sociales que separan a las personas.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
Se da la circunstancia de que el cineasta sueco Lukas Moodysson es conocido y admirado por sus tres primeros largometrajes, mientras que con los tres siguientes se ha producido un paréntesis por culpa de una radicalización que le ha llevado a la experimentación aislada. «Mamut» supone su reencuentro con el público internacional, pues al haberla rodado en inglés ha contado con una distribución más amplia.
Esto tiene sus pros y sus contras, debido a que, en el contexto del cine nórdico, Moodysson siempre se ha podido mostrar más original y, al salir fuera, le ha tocado enfrentarse a las comparaciones de su nueva película con «Babel». La respuesta del sueco ha sido la de hacerse el «ídem», afirmando que no conoce la realización del mexicano Alejandro González Iñárritu. Y, para resultar convincente en su evasiva, se ha extendido en innecesarias explicaciones, aclarando que ya no va al cine como en los comienzos de su carrera, prefiriendo la lectura, las audiciones musicales y las visitas a los museos.
De ser cierto, que no tenemos por qué ponerlo en duda, hace mal con su nuevo método de información, porque está claro que le iba mejor antes, cuando se dejaba influir por la obra de otros cineastas.
Pero la conclusión a extraer entre las similitudes que presentan «Babel» y «Mamut» es la de que los cineastas independientes actuales, al margen de su lugar de procedencia, coinciden a la hora de salir al mundo y hablar de la globalización. Tanto el mexicano como el sueco, nos hablan de soledades descritas mediante historias paralelas que transcurren al mismo tiempo en países distantes entre sí. Es en ambos casos la paradoja del aislamiento personal en plena era de la comunicación la que conecta unos relatos con otros.
El cine, lenguaje universal
Lukas Moodysson descubrió las posibilidades del cine como lenguaje universal durante el rodaje de «Lila 4-ever», ya que tenía que dirigir a intérpretes rusos en un idioma para él totalmente desconocido. Se dejó llevar por la improvisación, dando libertad a las actrices y actores, los cuáles en su lengua materna siempre podían aportar más a los personajes, desde una perspectiva de cercanía cultural, que el propio autor del guión. Esa misma técnica la ha empleado ahora en «Mamut», donde se manejan distintos idiomas como el inglés, el tailandés y el tagalo.
Lukas Moodysson se integra así de lleno en la actual generación de cineastas viajeros encabezada por el británico Michael Winterbottom, y que están acostumbrados a trabajar con repartos multiculturales. Claro que somos muchos los espectadores a los que se nos niega la posibilidad de apreciar la riqueza idiomática de dicho intercambio,dado que en las salas del Estado español esas películas se estrenan en versión doblada, como si nos quisieran aclarar la supuesta confusión babélica.
El guardián de Occidente.
«Mamut» ha sido mal acogida por la crítica norteamericana, que la ha visto como una película «anti-sistema» y un ataque directo a la posición de poder norteamericana en el planeta. Se ha hecho una lectura política mediatizada por la resaca paranoica del 11-S, y que incide en aspectos de la narración relacionados con la inmigración y el turismo sexual, en cuanto síntomas de las diferencias de clase que se mantienen presentes dentro del neocolonialismo.
Leo (Gael García Bernal) y Ellen (Michelle Williams) forman una acomodada pareja que vive en los Estados Unidos, y que, por sus ocupaciones profesionales, dejan el cuidado de su hija en manos de Gloria (Marife Necesito), una niñera filipina. Esta mujer debe volver a su país cuando su hijo sufre un accidente, y el regreso supone un paso atrás en sus aspiraciones para salir de la pobreza. Paralelamente, su jefe viaja a Tailandia por un asunto de negocios que le retiene allí más tiempo del previsto, lo que le pone en contacto, pese a su resistencia inicial, con una joven belleza local (Natthamonkarn Srinikornchoch). Por su parte, su mujer, que es médico, se encariña con un paciente sobre el que vuelca el instinto maternal que no es capaz de depositar en su propia hija, mucho más conectada afectivamente con su cuidadora extranjera.
Todo el entramado de relaciones apunta hacia un distanciamiento que, a veces, se expresa a través de la lejanía geográfica. Sin embargo, la proximidad física tampoco facilita las cosas y, por el contrario, no hace sino dejar todavía más patente la soledad en la que viven los personajes. Las barreras sociales y culturales son el mayor obstáculo, pero el superarlas tampoco garantiza la verdadera comunicación entre los individuos. Cuanto más rápido se viaja de un país a otro, menos nos conectamos con los demás, y de nada sirven los medios tecnológicos que facilitan el mantener una conversación a larga distancia. Se corre el riesgo de perder el localismo, el sentimiento de vecindad que lleva a compartir las vivencias entre la gente, la noción de pueblo que nos mantiene unidos.
T.O.: «Mammoth»
Dirección: Lukas Moodysson.
Intérpretes: Michelle Williams, Gael García Bernal, Marife Necesito, Natthamonkarn Srinikornchoch.
Música: Jesper Kurlandsky, Erik Holmquist y Linus Gierta.
País: Suecia, 2009.
Duración: 125 minutos.
La distancia entre los personajes de «Mamut» se dibuja a través de la lejanía geográfica, aunque deja entrever que no por estar cerca de la persona querida se superan los obstáculos. Estas barreras son en su mayoría diferencias sociales y culturales que no facilitan las cosas.
El director sueco ha asegurado no conocer los trabajos del mexicano González Iñárritu tras las comparaciones entre «Mamut» y «Babel». Aunque no hay por qué ponerlo en duda, le iba mejor antes, cuando se dejaba influir por otros cineastas.
Se diría que el cine sueco estaba condenado a dejar de existir después de Bergman, pero fue Lukas Moodysson el llamado a ser reconocido por el propio maestro como el único capaz de consumar una revolución generacional.
A finales de los 90 irrumpió con «Fucking Amal», que era una radiografía de la juventud sueca, aquella que vive solitaria en pequeños pueblos donde nunca pasa nada, ni en sus calles ni en su instituto.
A ese descubrimiento contribuyó el Festival de Gijón, así como a la expectación creada por su siguiente «Juntos», sobre el fracaso de las experiencias de convivencia en comunas fieles a la filosofía hippy.
Y en el 2002 presentó su trabajo más impactante, un duro tercer largometraje titulado originalmente «Lila 4-ever», sobre la tragedia de una joven rusa en medio del tráfico de inmigrantes y la explotación sexual. Moodysson dió entonces la espalda a su fama de autor y rodó el documental de denuncia política «Terrorister», al que siguieron las películas experimentales «A Hole in My Heart» y «Container».
M.I.
Michelle Williams ha escondido su talento interpretativo en el cine independiente, huyendo de la repercusión mediática que tuvo su relación de pareja con el malogrado actor australiano Heath Ledger, y de la que le queda su hija Matilda Rose.
Tampoco deja que su actual vínculo sentimental con el cineasta Spike Jonze interfiera en su trabajo, aunque para ello tenga que pagar el precio de que las oscuras películas que protagoniza no se estrenen en mercados como el nuestro.
Le creemos cuando dice que «Wendy & Lucy» es la realización reciente que más le ha marcado, pero seguimos sin verla, al igual que sucede con «Synecdoche, New York», el experimento con el que el guionista Charlie Kaufman se ha pasado a la dirección.
Nos tenemos que conformar con el recuerdo de sus comienzos televisivos en la serie «Dawson crece», o con sus llamativas apariciones secundarias en «Brokeback Mountain», de Ang Lee; o en «Shutter Island», de Martin Scorsese.
M.I.