
CR�TICA teatro
La alteridad de un Macbeth posmoderno y la irrealidad del porno de baja intensidad
Carlos GIL
Si lo m�s inveros�mil se presenta con la misma entidad que lo m�s reconocible, es que estamos en ACT, por lo tanto, las piezas cortas presentadas a concurso en LaburrACT se suceden acumulando sensaciones en los espectadores que en la jornada del jueves escucharon el comunicado de la organizaci�n del festival le�do en el escenario acompa�ados por los jurados, donde se posiciona ante los asesinatos cometidos por el Ej�rcito israel� que han conmocionado al mundo. Una postura inequ�voca, muy consensuada, del que destacamos una frase troncal: �ACT Festival no es una organizaci�n pol�tica pero se posiciona claramente a favor de una denuncia rotunda de la brutalidad del Ej�rcito israel�. Por este motivo queremos que el festival contin�e trabajando por el mundo plural y libre en el que creemos�.
Una de las motivaciones para este comunicado es que estaba programada una actuaci�n a cargo de Ron Amit & Mor Shani, que acud�an bajo las banderas de Holanda e Israel, y que presentaron un d�o, �Lu Carmela� que utiliza un colorido casi almodovariano en el vestuario, para contar una historia de amor, encuentro, movilidad expresada con una t�cnica depurada y una gran presencia de los dos bailarines para lograr atrapar a los espectadores en un cuarto de hora de concentraci�n fren�tica de elementos discursivos, con una muy buena disposici�n espacial.
Otro d�o es el formado por la burgalesa B�rbara Bu�uelos que, junto a Liz Vahia, plantea en �90 dB�, una de esas dramaturgias que est�n en los albores del post-drama, donde la situaciones se suceden sin soluci�n de continuidad y en la que la relaci�n de las dos actrices, comunicadoras, artistas y t�cnicas con el espectador se va tejiendo a base de diversas acciones, con una participaci�n activa a partir de dibujos realizados en el momento por los espectadores, y con una suerte de manipulaci�n de im�genes con palabras, a base de una suplantaci�n del audio, que cuenta asuntos que no se corresponden con lo visual y que provocan no s�lo situaciones parad�jicas, sino que, adem�s, coloca ante el espectador la mentira de la verdad, la manipulaci�n, el uso de im�genes de porno suave, pero con textos que nada tienen que ver, lo que lleva a la contradicci�n o a la contemplaci�n de dos mundos paralelos que se yuxtaponen. �Una imagen vale m�s que dos palabras o viceversa?
El Conde de Torrefiel es un tr�o barcelon�s dirigido por Pablo Gisbert, que present� en �La vulgaridad�, otra suerte de manipulaci�n, de petici�n de una actitud m�s colaboradora de los espectadores, comenzando con una versi�n escrita y proyecta sobre una pantalla gigante de �Macbeth�, en donde se llega a otros lugares que nada tienen que ver con el original shakesperiano, aunque mantenga formalmente sus estructuras. Posteriormente, el tr�o realiza un ejercicio de quietismo, de fragmentaci�n, de utilizaci�n del tiempo esc�nico, roto, sin linealidad, para ir fomentando una composici�n de figuras, personajes, que aparece como incomprensible, aunque su gestualidad reiterada, exagerada nos provoque una complicidad secreta.
De Sevilla y La Rioja, B�rbara S�nchez y Roberto Mart�nez, juegan con elementos chocantes, tanto en su est�tica, como en sus textos, que planteados como experiencias personales se revelan como artificios que complementan toda la propuesta que se excede, que se reconvierte, que busca una revisi�n a la baja de las relaciones peligrosas de una atracci�n fatal. Un humor seco, distante, atraviesa la propuesta, nos coloca ante la observaci�n de una mentira aut�ntica, es decir, de un acto teatral, teatralizado, en los l�mites de los estilos y los g�neros.