Otxarkoaga homenajea a su propia historia a través de Isaac Torrijos
El centro cívico de Otxarkoaga será escenario, el jueves a partir de las 19.30, del homenaje organizado por la asociación de familias a su presidente recientemente fallecido, Isaac Torrijos. Pretenden así ensalzar la figura de un hombre comprometido con su barrio.Agustín GOIKOETXEA
Desde que el sábado 15 de mayo tuvieron conocimiento del fallecimiento de Isaac Torrijos Rodríguez, Torri, en el bilbaino Hospital de Basurto, la Asociación de Familias de Otxarkoaga (AFO) se ha volcado en la organización del homenaje al que fue su último presidente. Con el acto del próximo jueves pretenden poner su granito de arena en el reconocimiento «a su compromiso con el barrio y con su pueblo».
Será, avanzan, un acto sencillo, en el que se recordará, como antes se hizo con otros componentes de la AFO fallecidos, a «un hombre que dio su vida por el barrio desde sus inicios», participando en la creación de la asociación allá por 1968. «Desde siempre ha sido reconocido como el mayor luchador para lograr que nuestro barrio llegase a ser lo que hoy es, un barrio digno, orgulloso, urbanizado y confortable», manifiestan.
«Torri dedicó su vida a ayudar a los vecinos, peleó por urbanizar el barrio, luchó por solucionar el problema de déficit de ascensores en Otxarkoaga. Quiso y logró que se creará el nuevo parque de Irumineta», añaden. «Hablaremos de su vida y su lucha. Y es una ocasión para que nos juntemos gentes de diferentes sectores y orígenes que compartimos luchas con Torri», explica Cristóbal Rivera, secretario de la asociación.
«Queremos rendir homenaje al que consideramos el hombre más luchador, cabezota y testarudo del barrio, con ideas firmes y claras. El hombre -subrayan- que decía las cosas a la cara, gustaran o no. El hombre que nunca dejó que nuestro barrio fuera pisoteado y el que alzó la bandera de Otxarkoaga a lo más alto de Bilbao. Un hombre querido, respetado, admirado, y por algunos casi hasta `odiado'. Así era Torri».
De la represión a la solidaridad
El carácter luchador del homenajeado se forjó, por avatares de la vida, muy pronto. Nacido en 1931 en el seno de una familia comunista cordobesa, tras la victoria franquista fue internado junto a su hermano en un centro religioso católico en Madrid para «reeducar» a los hijos de los republicanos españoles presos, mientras su madre permaneció más de diez años en prisión por su activa militancia política.
«Torri, seguramente por haber sufrido directamente la represión y cárcel de su madre y su propio internamiento en un colegio religioso del Estado fascista surgido de la guerra del 36, fue especialmente sensible y solidario con los presos vascos. También -subraya Cristóbal- con las víctimas de la droga, a la vez que mostraba la más firme reprobación hacia los represores y narcotraficantes».
Al inicio de la década de los 60 llegó a Bizkaia, donde vivió la represión franquista y la lucha obrera en la histórica huelga de 1968 en Bandas, en Etxebarri, donde trabajó hasta 1983, cuando una grave enfermedad cardiaca le impidió seguir haciéndolo. «Su implicación a favor de los trabajadores era tal que, incluso, en una ocasión que bajó a Jaén de vacaciones, a finales de los 70, organizó una huelga en una fábrica de Andújar y pasó más de un mes encerrado y preparando las actividades de aquella protesta», rememora.
Su relación con Otxarkoaga llegó cuando la empresa en la que trabajaba ofreció viviendas a sus trabajadores en un barrio que se edificó en 18 meses y que ha tardado 29 años para resolver las deficiencias de su construcción. En Bandas, más tarde, se implicó en la organización de LAB, sin descuidar la lucha por lograr un Otxarkoaga más habitable, que comenzó con la alcaldesa Pilar Careaga y no cejó con sus sucesores: José Luis Berasategui, Jon Castañares, José Luis Robles, José María Gorordo, Jesús Mari Duñabeitia, Josu Ortuondo e Iñaki Azkuna.
Cada vez que los responsables municipales visitaban Otxarkoaga, era habitual verle reclamando que se resolviese el despropósito de tantos años de olvido. Algunos alcaldes, tras el «recibimiento» no volvían a subir al barrio; entonces, los vecinos se plantaban en las escalinatas de la casa consistorial para pedir soluciones. Torri, además, era militante de la izquierda abertzale y comparsero de la Peña Pa...Ya.
En esa batalla luchó por que su barrio dispusiese de locales sociales en 1978 -ocupando unos del Sindicato Vertical, antecedente del actual centro cívico- y se implicó en el seguimiento de las obras de reforma, rehabilitación y reurbanización de Otxarkoaga, que se prolongaron de 1981 a 2010, así como en la demanda de vivienda social, que se plasmó en el conflicto de los desahucios de 1992, cuando se pretendía echar a la calle a doscientas familias. Luego, entre 2004 y 2010, llegó la petición para que se instalasen ascensores de los bloques y evitar así que «muchos vecinos y vecinas se sintiesen presos en sus propias viviendas por falta de movilidad». Esta lucha la vivió en primera persona, al no conseguir que en su edificio se hiciese, lo que le obligó a cambiar de piso por sus dolencias cardiacas.
Tal vez su última batalla fue recuperar las clases de euskara en Otxarkoaga, partiendo de su convencimiento de que aprender la lengua vasca no debiera ser un negocio, sino, al contrario, un derecho por el que a nadie le tienen que cobrar. Desde hace cuatro años, 200 estudiantes reciben clases gratis a cargo del Ayuntamiento gracias a la obcecación de un hombre que, sin hablarlo, lo amaba. «Personas como Torri son las que hacen grande a una pequeña sociedad como la nuestra», remarca el historiador Luis Bilbao Larrondo, autor del libro sobre la construcción del barrio.
No pudo culminar la pretensión de la asociación de familias para que una antigua iglesia sirva de nuevo equipamiento vecinal, «que el Área de Cultura pretende escamotearnos para sus proyectos megalómanos de teatro», apunta Cristóbal. «Necesitamos infraestructuras culturales que de verdad traigan gentes y dinamicen socialmente el barrio», añade el secretario de la AFO.