Maite SOROA | msoroa@gara .net
Crear expectativas para frustrarlas
La técnica es antigua: Primero se generan expectativas sobre lo que vaya a hacer el adversario y luego se proclama con aire de preocupación que ese adversario ha frustrado las expectativas creadas. Lo viene haciendo «El País» de forma sistemática con la izquierda abertzale.
El viernes anunciaba que «La izquierda abertzale presiona para que ETA deje las armas este verano» y que «El sindicato LAB inicia una cadena de pronunciamientos».
Y a tan serias aseveraciones, le seguía ayer un editorial que empezaba así: «La expectativa creada en torno a la posibilidad de que el entorno de ETA pida públicamente la retirada de la banda sigue sin verificarse».
Según el editorialista, «los papeles y susurros puestos en circulación por sectores próximos a la ilegalizada Batasuna aspiran a convencer de que ETA estaría dispuesta a renunciar a la violencia para favorecer el despliegue de la hoja de ruta diseñada por Otegi y compañía y plasmada en la resolución aprobada meses atrás por las asambleas de la izquierda abertzale». Él se lo guisa y él se lo come: «Que Batasuna pidiera públicamente a ETA que se retire sería una cosa nueva y buena».
Y a continuación retuerce los argumentos empleados en la reflexión que ha desarrollado la izquierda independentista en los últimos meses: «Confirmaría el acierto de la política antiterrorista actual, cuyos ejes son: la eficacia policial, la negativa a entablar negociaciones con la banda y la imposibilidad de participación electoral de su brazo político. Esa política ha hecho comprender a sectores de Batasuna que su vuelta a la legalidad depende de la retirada de ETA». No me parece a mí que sea el «éxito de la lucha antiterrorista» lo que mueve las decisiones estratégicas de los independentistas.
Y, desde «La Razón», Iñaki Ezkerra soltaba su melonada al respecto: «Había el peligro de que el mundo de ETA condenara cínicamente el terrorismo para burlar la barrera de las municipales. Y de que tal operación de hipocresía pareciera la prueba del algodón democrático. Pero estamos de enhorabuena porque, (...) el mundo etarra carece de la capacidad de reflejos, la malicia y el sentido pragmático que pudieran llevarle a esa condena formal y utilitaria de la violencia». Son así de simples.