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CRíTICA cine

«Mamut» Pobre familia rica

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Koldo LANDALUZE

Durante las dos horas que dura este drama, la única sensación que me embargó fue la apatía. Imagino que ese no era el efecto deseado por Lukas Moodysson, un joven autor sueco que desde su impactante debut con “Fuckin amal”, se ha esmerado en explorar territorios creativos tan extremos como aquel ejercicio titulado “Container”. En esta oportunidad, y quizás, por aquello de no alejarse en exceso de la perspectiva terrenal humana, se ha decantado por un producto mucho más «vendible» en el que se aúnan algunas de esas constantes temáticas que tanto apasionan a los festivales de cine: la desintegración de la familia y el caos emocional.

Moodysson esboza sobre la pantalla un fresco dramático que falla en lo fundamental, el diseño de los personajes. El retrato familiar que nos muestra “Mamut” pertenece a una escala social superior al de la media. Con ello no quiero decir que los ricos no tengan derecho a llorar; pero sus lágrimas siempre suenan un tanto artificiosas. Según nos plantea el cineasta, la pareja protagonista vive dividida por su trabajo. Él es un cotizado creador de una red social dedicada a los videojuegos y ella una doctora que trabaja en turnos de noche. Es decir, su cuenta corriente rebosa, pero apenas se ven. En mitad de este fuego cruzado, tropezamos con una mujer filipina que se encarga del cuidado de la niña que ambos comparten. Los silencios embargan a la pareja, y Moodysson apuesta por un existencialismo rácano en emociones a la hora de perfilar las dudas que anidan en esta pareja de burguesitos tristes y muy pijos que son incapaces, da igual quién sea de ellos, de sacrificar su trabajo para, de esta forma, estar mucho más unidos y cuidar de una niña que ya a sus siete añitos es toda una aficionada a la astrología. Vamos, que esta al borde de la locura.

“Mamut” tiende a manipular las emociones del espectador mediante trampas autoriles y una interminable sucesión de planos larguísimos plagados de silencios. Para colmo de males, ni siquiera funciona el recurso fácil de la criada filipina porque, para cuando el director se centra en ella, ya resulta demasiado tarde.

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